Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

09 diciembre, 2004

Mensajes cortos

A medida que los teclados y los dispositivos para enviar correos fueron siendo más pequeños, la gente fue prescindiendo de vocales, signos de puntuación, ortografía y sintaxis, y aun del más mínimo concepto. La gente se acostumbró rápido, pues nos acostumbramos a todo, y cuando recibían un correo de algún amigo ya no se molestaban en intentar descifrar aquel amasijo de letras, sino que contestaban con uno igual y más abstruso, y a ver quien era el guapo de decir que no era eso, a no ser que realmente quisieran verse para tomar algo, pues entonces se llamaban por teléfono.

23 noviembre, 2004

Todos los trámites, el trámite

Allí, formando una cola ordenada, con los papeles en la mano, y un funcionario que se toma su tiempo y tal vez tengamos que volver mañana, como ya pasó ayer, pues nos dicen que las instalaciones no dan para tanto, aunque esta vez parece que la fila avanza más rápido, el funcionario comprueba los papeles, despacio, a veces se para a fumar un cigarro, y nos mira sin prisa, con desprecio, comprueba la numeración del documento y la compara con la del brazo, le permite pasar y el siguiente se acerca, mientras todos en cola, allí, desnudos, esperando la ducha.

17 noviembre, 2004

La ciudad al caer el sol

(Este cuento lo publiqué originalmente el 28/04/04. Me permito volverlo a publicar, por motivos evidentes.)

De cada puerta, y cada esquina, y cada tejado, se lanzarán piedras contra el que rompa las puertas de la ciudad. Y habrá llantos, y gritos, y entre los niños miedo y coraje. Y entre las calles antiguas morderá el hierro, y la lluvia de azufre caerá de noche con ira y con venganza, pues nuestro dios es justo y poderoso, y tiene aviación, y es mil veces más justo y poderoso que ese dios de mentira al que ellos cantan. Y la ciudad caerá, y cuando todo acabe el fuego y el hedor serán señores de las casas muertas.

16 noviembre, 2004

No es un idioma

He descubierto que el chino no es un idioma. Siempre me lo había temido: esos signos extraños, sospechosos de entrada. El problema, sin embargo, es que ellos hacen ver que los entienden, y les gusta pasearse por el metro con esos libros y diarios escritos en signos que nada significan. Pero sus trazos son sólo para hacer bonito. Lo llevan haciendo así desde hace siglos, y al que quiere aprender a descifrar los ideogramas, le cuentan que es muy difícil, y le tienen años mareado para que nunca se de cuenta de que no son más que garabatos sin sentido.

12 noviembre, 2004

Entrevista con Dios

Tenía algunas dudas existenciales, así que solicité una entrevista a Dios. Su secretario personal, un ángel enorme y justiciero, me puso en lista de espera y me dijo que ya me llamarían. Pasaron días y meses sin noticias de Dios y yo seguía con más dudas y miedos. Finalmente recibí una llamada: Dios no podría atenderme pues le habían salido unos líos en África que se le juntaban con un follón que unos irresponsables le habían montado en la antigua Mesopotamia. Me dijo el ángel que tal vez él podría atender mis cuitas, pero me enfadé y abracé el ateísmo.

03 noviembre, 2004

Congreso de trabajo

Asistí al congreso por obligaciones de trabajo, así que me resigné a pasar un día aburrido entre ponentes absurdos y espectadores aletargados. Me sorprendió, sin embargo, el entusiasmo del público, nada habitual en este tipo de eventos. Me inquietó comprobar que los ponentes eran interrumpidos por vehementes ovaciones apenas balbuceaban cualquier sandez. Señores encorbatados y chicas de diseño tomaban notas con fervor digno de mejor causa. En los descansos, la gente comentaba, con admiración no fingida, las bondades del acontecimiento. Yo, por si acaso, no tomé nada de lo que ofrecían allí, ni café, ni pastas, porque vete a saber.

02 noviembre, 2004

Intimidad

Mi hija adolescente no quiere que entre en su habitación. Yo pensaba que era para que no le encontrara cartas de amor, o drogas, o armas de fuego, cosas de la edad. Pero pronto empecé a oír extraños ruidos tras la puerta cerrada de su habitación, cuando ella aun no había vuelto a casa. Por no perturbar su intimidad, no quise desvelar el misterio, pero cada vez los sonidos son más extraños, como ladridos, o relinchos, gruñidos que no me atrevo a calificar. De pequeña siempre quiso tener un perro, ponys, y algunos tigres. Pero no, no creo.

06 octubre, 2004

Técnicas de gestión

Nos convocaron a una reunión en la empresa, para informarnos de las nuevas técnicas de gestión que usaremos a partir de ahora. Los consultores encargados de implantar los cambios nos contaron las ventajas del vudú frente a las metodologías tradicionales. Cada uno de nosotros llevará su propio muñequito y su juego de agujas. No será difícil, dicen, conseguir nuestros objetivos comerciales con este método. Tal vez lo más complicado son los pequeños detalles: si queremos que el cliente nos compre un producto, necesitaremos primero tres pelos de sus cejas y algún objeto personal que haya estado cerca de su corazón.

23 septiembre, 2004

Orden y concierto

Orden y concierto

¿A quién llamarás cuando la policía te golpee y te robe? ¿Cómo ocultarás tu intimidad a los vigilantes que te protegen? ¿Que camino seguirás cuando todos sean de peaje, y se llenen de cámaras y restricciones? ¿A quién sorprenderás cuando debas informar de tus intenciones con tiempo suficiente para que se contrasten y autoricen? ¿Abrirás la puerta de tu casa a todos los inspectores, y les mostrarás armarios y cajones? Morirán los juegos: el del escondite, el de contar mentiras, el de traicionar por amor. Deberás consolarte con tu orden de pesebre, con la seguridad que compraste vendiendo tu alma.

10 septiembre, 2004

Un día cualquiera

Como tenía un rato me acerqué a Manchuria, donde la gente es muy maja y siempre tienen para ti cerveza de arroz y leche de yak. Tras la comida pasé por Tegucigalpa a comprar unas máscaras que vi ayer, y fui para Berlín, al congreso. Mientras los expertos debatíamos, llamaron a un restaurante chino, de Shanghai, para que nos trajeran rollitos. Yo tuve que salir un momento a Zambia a comprar un regalo para mi hija, que está en Reikiavik con unas amigas y no volverá hasta mañana. Al volver mis colegas estaban concluyendo que sí, que la globalización existe.

06 septiembre, 2004

Elecciones mágicas

Durante la campaña electoral, uno de los candidatos hechizó al contrario con un encantamiento de confusión, que liaba sus palabras y enajenaba su razonamiento. El público no lo notó demasiado, pero en la tele aprovecharon para editar videos cómicos con sus palabras. Para vengarse, un grupo de presión contrató un hechicero para que cambiara de color al candidato enemigo, y cuando éste se tornó negro, lanzó a su vez un grimorio de halitosis contra su adversario. Muchos electores, hartos ya, el día de las votaciones encantaron sus papeletas antes de meterlas en la urna, para que ganara quien ganase, perdiera.

Sacrificios

Para evitar los males, había que ofrecer palabras en sacrificio a los dioses. Se sacrificaron primero palabras menores, de las que sólo servían para nombrar flores extrañas o lugares lejanos. Pero las amenazas continuaban, y los dioses pidieron más palabras, así los sacerdotes sacrificaron muchos sinónimos, pues tenían sustituto, pero los dioses querían más. Pronto dejaron de usarse las palabras que indicaban emociones, por superfluas, y aquellas que nombraban cosas valiosas, pues eran las más queridas por los dioses. Y como los males no acababan, también los nombres propios fueron sacrificados, y los apodos, y hasta el nombre último murió.

01 septiembre, 2004

Bombillas

Yo no quería comprar esas bombillas modernas, pero mi mujer insistió, y ahora nuestro piso tiene una luz extraña que refleja cosas inexistentes. Mi mujer asegura que es manía mía, que esas bombillas están homologadas para cansar menos la vista. Que diga lo que quiera, pero cuando enciendo la luz en las habitaciones, veo durante un segundo personas y cosas que no están, y que se desvanecen de inmediato. Ya no me atrevo ahora a entrar nunca en mi biblioteca a oscuras, pues temo topar contra alguien a quien no veo y que está hojeando probablemente mis libros de fantasmas.

26 agosto, 2004

Un sueño no

No puede ser un sueño, con esos colores tan intensos, el dolor tan real. Pero debe serlo, claro, siempre es un sueño cuando eres tu mismo quien te está golpeando e insultando, cuando te ves fuera, mirándote con desprecio, seguro de que no podrás escapar, atado, herido. No sirve hablar, intentar que no te pegue más, convencerle de que él es tu mismo, de que tus labios sangrando también son lo suyos, pues te ves riéndote de ti, de tus absurdas fantasías, el puño, tu puño, cayendo sobre tu rostro, así aprenderás, y no debe ser un sueño, duele tanto.

23 agosto, 2004

Jugando

Probé aquel juego porque me contaron que era muy inmersivo, que te sentías como formando parte de un mundo diferente, con sus propias reglas, aventuras y peligros. Era cierto, pronto el resto de cosas dejaron de interesarme. En cuanto tenía un momento lo dedicaba a seguir explorando. Robaba horas al sueño para seguir recorriendo aquellos laberintos inacabables, buscando símbolos que me permitieran continuar. Ayer, tras mucho esfuerzo, conseguí entusiasmado entrar por fin en la sala del tesoro, pero descubrí que había dejado fuera la llave de salida. Hoy no he podido ir a trabajar. Entrad en el juego, y ayudadme.

18 agosto, 2004

Rumor

Primero se difundió como un rumor cualquiera, uno más sobre el presidente: nadie lo creía, pero todos se afanaban por hacerlo circular. Siempre hay personas dispuestas a creer, y así pasó esta vez, y pronto fueron muchas. Tras los desmentidos oficiales el rumor se hizo más intenso, y se convirtió en noticia potencial, se llenó de detalles y datos que añadían valor y verdad a lo contado. El presidente salió por televisión a desmentirlo, flanqueado de su mujer e hijos, y este detalle llevó a especulaciones, y tuvo que prohibirse que la gente siguiera con aquello, porque no era verdad.

17 agosto, 2004

Historias inexistentes

Abandonó la ciudad mientras está ardía, y dejó atrás todo: palabras, deseos e historias no escritas. Luego, desde lejos, viendo como se alzaban las llamas, pensó en recrear su temor y su furia, pero las frases se le volvían huidizas y asustadas, y hubo de conformarse con mirar, oir y sentir. Los días pasaban, extrañamente ajenos, y los cuentos seguían sin crecer, como si hubieran sido arrancados desde la raiz. Liberado del juego, superviviente de la locura ajena, sintió que aquellas historias inexistentes formaban un vacio denso, y temió que cuando pudiera hablar de nuevo ya nadie quisiera oirle.

10 junio, 2004

Voluntarios

El consistorio pedía voluntarios para su última campaña de desratización y despalomización. Miles de anuncios en paneles y farolas, spots en televisión, y una cancioncilla pegadiza con el título "Rata, pum, paloma, pam", antecedieron el acontecimiento. Campañas en colegios, donde a los infantes les explicaban los parasitos e infecciones que transmitían, culminaron con la exposición de los dibujos hechos por los escolares: ratas y palomas muertas, niños y niñas persiguiéndolas con palos y piedras, gente feliz viviendo en un mundo sin bichos. No faltaron los voluntarios de todas las edades, todos contentos, cantando juntos, en una inmensa muestra de civismo.

Actividades parroquiales

Las viejecitas están conspirando. Se entretienen así, chismorreando, criticando, tejiendo sus planes. Han salido del centro parroquial, hoy han tenido un cursillo de macramé, y luego el cura les ha contado como organizará las celebraciones del santo patrón, pero ellas tenían la cabeza en otras cosas. Ahora están ultimando los detalles. Tienen llaves de la sacristía, y esta noche sería un buen momento. Todas han hecho su parte. Una tiene las sustancias necesarias, otra el cuentagotas, y otra la jeringuilla, para el vino. Sí, esta noche es un buen momento, que quede todo listo para la gran misa del domingo.

09 junio, 2004

Otra vez, siempre

No es cuestión de volver, no después de lo que te ha pasado, los gritos, la sangre, no, mejor andar por el barrio, es de noche y no te ven, andar y andar hasta encontrar un agujero donde puedas esconderte, dejarlo todo, olvidar el lugar, el encuentro, los gritos, la sangre, deambular absurdamente sabiendo que nadie te mira, que nadie te reconoce, dejar que poco a poco las horas de la ciudad maten las horas del pasado, y volver a empezar, buscarás a otra chica, la llevarás a algún lugar tranquilo, y otra vez, como siempre, los gritos, la sangre.

27 mayo, 2004

Selección natural

La ciudad siempre ha tenido sus mecanismos de selección natural. Para cruzar las avenidas, por ejemplo, había que mirar a ambos lados con una secuencia difícilmente predecible: derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda. Si no se coordina ese ritmo de observación con el avance rápido, uno muere inexorablemente aplastado por algún coche, tranvía o bicicleta. Tras generaciones los ciudadanos se han adaptado, y nacen con una agilidad y coordinación extraordinarios. El consistorio ha ido elevando la dificultad de las calles: han añadido buzones móviles, sierras dentadas que surgen del suelo y unas espitas por donde salen enjambres de abejas africanas furiosas.

Cosas que ya no están

Siempre me desaparecían las cosas. Mi mujer, o mis compañeros, se reían de mí y lo atribuían a que soy un despistado, pero la cosa cada vez va a más. Al principio eran los bolígrafos, o las llaves, o papeles. También los libros dejaban de estar en los sitios donde debían. Pronto me empezó a pasar con el coche, siempre aparcado en un lugar distinto al que lo había dejado. Ahora también mi mujer ha desaparecido, en casa no están sus cosas, y al salir a la calle para buscarla, no había aceras, ni coches, ni asfalto, todo, todo desaparecido.

26 mayo, 2004

Peligrosa senectud

Los viejos son muy peligrosos. Hace diez años se hundió el sistema financiero, y dejaron de cobrar sus pensiones y fueron expulsados de los asilos donde vivían, así que formaron bandas que desvalijan a los jóvenes y les agreden sin piedad con sus bastones. Cada vez hay más ancianos que asaltan tiendas o bancos, sabiendo que, con la edad que tienen, poca cárcel verán. Si ves en la calle viejecitos de apariencia apacible, formando un corro como si hablaran de sus cosas, no se te ocurra acercarte: cambia de acera y corre, pues eso sí, la mayoría de ellos cojea.

21 mayo, 2004

Peligros de la ciudad (7)

No conoces el barrio, está oscuro y apenas quedan tiendas abiertas, ni casi gente por la calle, así que aceleras el paso, tuerces por un callejón, pues parece que al otro lado está más iluminado y entonces ves a un borracho que se acerca, y, por miedo, entras en una pequeña tiendecita hasta que pase, donde un anciano te muestra frasquitos con aromas, y apenas le haces caso, hasta que decides que ya puedes volver a salir, pero la puerta está cerrada, y al girarte hacia el anciano ves que ya se ha transformado en lo que tu más temes.

14 mayo, 2004

Cosas de vecinos

Me convirtió en vampiro la del tercero, durante la última junta de vecinos convocada para discutir el presupuesto. Al principio me indigné, y amenacé con impugnar la reunión, pues los estatutos de la comunidad dejan claro que no pueden mordernos durante una asamblea. Pero cuando empecé a notar la transformación me fui calmando, y me di cuenta de las ventajas de la inmortalidad frente a mi aburrida y fugaz vida de antes. Así que soy uno de ellos, y la convivencia con el resto de vecinos es buena, y cuando nos cruzamos nos saludamos y les sonreímos mostrando los dientes.

10 mayo, 2004

Pirámide exquisita

En mi ciudad han inaugurado una pirámide enorme y multicultural. Su interior está oculto a las miradas temerosas de quienes estamos fuera, pero los sacerdotes de los nuevos tiempos nos lanzan desde lo alto sus exhortaciones a que seamos buenos chicos, políticamente correctos, y a que reciclemos la basura. Dicen que si entras en sus laberintos sales renovado, con la conciencia limpia, y con ganas de no ensuciar las calles. Nos prometen además músicas y actuaciones, y podremos simular un viaje en pateras por un lago interior con tiburones de mentiras, para que podamos reflexionar sobre cuanto sufren los inmigrantes.

03 mayo, 2004

Tranvías invisibles

En mi ciudad han cubierto los tranvías de pintura invisible, para que no afeen el paisaje urbano. Es bonito ver a la gente esperar en las paradas y, cuando suena el silbato que anuncia la llegada del tranvía, suben con cuidado, a tientas, y se les ve desaparecer en el aire, en tanto que otras personas parecen haberse materializado. Para evitar la contaminación sonora, el tranvía es muy silencioso, así que hay que estar muy atento a los semáforos, seas peatón o conductor, pues si te pilla será por tu culpa y no podrás decir que no lo has visto.

28 abril, 2004

La ciudad al caer el sol

De cada puerta, y cada esquina, y cada tejado, se lanzarán piedras contra el que rompa las puertas de la ciudad. Y habrá llantos, y gritos, y entre los niños miedo y coraje. Y entre las calles antiguas morderá el hierro, y la lluvia de azufre caerá de noche con ira y con venganza, pues nuestro dios es justo y poderoso, y tiene aviación, y es mil veces más justo y poderoso que ese dios de mentira al que ellos cantan. Y la ciudad caerá, y cuando todo acabe el fuego y el hedor serán señores de las casas muertas.

21 abril, 2004

Calle partida

Mi ciudad tiene una única calle, larga, peatonal, con tiendas a ambos lados. Me gustaba pasear por ella, errante, cambiando mi bar habitual por el de enfrente si el vino que vendían era allí más bueno, o más barato. Un día pusieron una verja en la calle, partiéndola por su eje. Al entrar debías elegir acera, y discurrir por ella hasta el final. Ahora los de cada lado insultan a los del otro a través de las rejas, o se burlan de ellos, y no se dan cuenta de que la verja que nos encarcela a todos es la misma.

16 abril, 2004

Nuevas ficciones

El escritor descubrió un día que no quedaban cuentos, que todos habían sido ya contados. Preocupado, fue a ver al emperador para advertir de su descubrimiento. El emperador escuchó sus razones y sus esfuerzos inútiles en busca de nuevas historias. Muy receptivo, sabedor de la importancia que tienen los cuentos y las ficciones para el pueblo, y lo necesarios que son para su bienestar, se decidió el emperador a solucionar el problema. Despidió cortés al escritor, agradeciéndole sus advertencias, e hizo llamar a sus bardos y a sus generales. Ante ellos, solemne e imperativo, señaló un país en el mapa.

13 abril, 2004

Charlas pendientes

Si yo fuera más valiente, me sentaría junto al vagabundo con quien siempre me cruzo al volver del trabajo. Leyendo siempre alguna novela de Karl May o Zane Grey, se sienta al sol junto a un carrito de supermercado repleto de bultos y bolsas. Es un anciano de edad indeterminada, del que sólo conozco ese momento diario de enfrascada lectura, entre buscadores de oro y algún sheriff peleón. Cada día reduzco el paso junto a él, le observo de reojo, e imagino que hablamos de indios y cuatreros. Y algún día descubriré apenado que ha muerto, y que nunca le hablé.

01 abril, 2004

Interrupción

Yo estaba relajado en casa, apalancado en el sofá escuchando música, cuando sonó el teléfono, y molesto por la interrupción cogí el auricular y dije ¿si?, e insistí, pues no contestaban, y entonces una voz grabada de mujer me rogó una y otra vez que esperase y que en breve sería atendido, y sentí miedo, pues me llamaban para molestarme y me pedían que esperase, y de repente me colgaron, sin más ni más, y me quedé como un idiota escuchando los sonidos de la línea muerta, hasta que colgué, despacio, y llevo muchas horas esperando que vuelvan a llamar.

31 marzo, 2004

La vaca detective

La vaca detective aceptó el caso con recelo, pues temía que detrás de todas aquellas desapariciones hubiera algo grande, más grande de lo que ella podía manejar. Las investigaciones se estaban complicando, las pistas ocultaban otras pistas, y algunas de las testigos no se atrevían a dar toda la información. Rumiando mansamente, su cerebro lógico iba organizando los datos, haciendo encajar las piezas. Finalmente, todos los indicios apuntaban hacia aquel edificio. Se adentró de noche, cuando no había actividad, y descubrió el horror inimaginable, una auténtica sistematización del asesinato en serie. Y todas allí, tantas, decapitadas, despellejadas, colgando boca abajo.

25 marzo, 2004

Antes de ir a dormir

Su padre intenta convencerla de que no hay monstruos en el armario, y ella le hace creer que lo comprende, que ya es mayor, que si su padre le muestra que tras las puertas no hay cosas con dientes ni ventosas, dormirá tranquila por la noche, soñando esos sueños inocentes que los adultos creen que las niñas sueñan, y su padre la tapa y le da un beso, y ella espera un poco para levantarse y abrir de nuevo el armario, pues claro que hay monstruos, y debe alimentarlos, pues hambrientos podrían devorar a su padre, que no les ve.

24 marzo, 2004

Instrucciones para resolver un laberinto

Teseo se ofreció voluntario para entrar en el laberinto, pero el rey decidió que sería más efectivo lanzar una operación militar a la que bautizó “Rejoneo”. Helicópteros de combate, a base de misilazos, derribaron gran parte de los muros y pasillos que hasta entonces formaban ese dédalo intrincado e inaccesible. Luego llegó la infantería. Tomaron posiciones entre los escombros y avanzaron, sin dejar de disparar, hacia el interior humeante. La histeria de quienes creían ver cuernos entre las sombras provocaron muchas bajas por fuego amigo. También murieron algunos periodistas griegos aplastados por cascotes. Y el minotauro aun no ha aparecido.

15 marzo, 2004

Cuentos dormidos

Los cuentos estaban dormidos. Se sentía paralizado, primero por la pereza, luego por el horror, más tarde por la indignación y, finalmente, por la esperanza. Sentado ante la ventana, el anciano veía cristalizar lo que antaño parecían cuentos improbables, tan reales ahora, tan presentes. La sangre y los muertos ya no eran sólo recursos literarios, sino un dolor hondo, compartido. El anciano veía desconcertado discurrir el mundo allí fuera, desorbitado, maldades envueltas en mentiras. Entonces respiró profundamente, cerró la ventana, y retomó la pluma, sabiéndose en inferioridad ante esa realidad autónoma y furiosa que, una vez más, imita al arte.

04 marzo, 2004

Cuerpo extraño

Le operaron de un quiste en la muñeca, y cuando volvió a casa sintió que le habían dejado algo dentro, algo metálico, pequeño y esférico que emitía señales. Intentaba palparlo, se rascaba la cicatriz hasta hacerse daño, y el miedo en su interior crecía. Fue al hospital: le hicieron radiografías para mostrarle que no tenía nada, pero ni así les creyó. Confiaba más en sus sentidos que en la ciencia abstracta. Le recetaron tranquilizantes y lo mandaron a casa. Al llegar se los tomaría, con mucho whisky, para ahogar el dolor y poder sacarse el emisor, dijeran lo que dijeran.

26 febrero, 2004

Ciudad amurallada

La doctrina oficial dicta que tras la muralla nada existe. Toda la ciudad está rodeada por la desproporcionada e impresionante pared, que cerca la ciudad sin fisuras, sin puertas, ni túneles, ni escaleras. Sólo algunos jóvenes intentan en ocasiones escalar sus altas paredes, sus muros que se alzan hasta las nubes. A veces se les pierde de vista mientras siguen subiendo, pero no tardan en encontrarse sus cuerpos muertos al pie de la muralla. Hay leyendas de algunos que salieron, y cuentan que más allá hay vida, y más historias, y gente que vive sin miedo en ciudades sin muros.

23 febrero, 2004

Ni uno más

Lleva ya nueve meses sin fumar, desde que pagó y firmó el contrato. El método era tan eficaz como duro y carísimo. Nunca podía reunir voluntad suficiente para dejarlo, así que probó el sistema. “Ni uno más”, le habían dicho, “ni uno, nunca más”. Le explicaron los términos del acuerdo, y le convencieron de que iban en serio, pero hoy, seguro de que tras tanto tiempo ya no le vigilaban, quiso darse el gusto de un último cigarrillo, que fumó temeroso en un portal. Por la noche ha encontrado la puerta de su casa abierta, y su familia no respondía.

17 febrero, 2004

Jugar a muñecas

No le importaba que su hijo jugara con muñecas, era un padre sin demasiados prejuicios. Pero le costaba aceptar el modo en que jugaba: les clavaba largas agujas, las rellenaba con hierbas extrañas recogidas del campo, o les arrancaba las cabezas y las colgaba en ristra del techo de su habitación. En una ocasión su hijo puso en círculo a sus muñecas mientras, en el centro, dirigía una especie de aquelarre infantil. El padre ya no lo soportó más. Enfadado, le recordó que una cosa era jugar con muñecas y otra lo que hacía él: eso eran cosas de niñas.

11 febrero, 2004

Peligros de la ciudad (6)

Le agobiaban las aglomeraciones. En el metro, no podía evitar pensar que algún loco podría estar andando detrás suyo, por el mismo pasillo interminable, y clavarle algo en la nuca, y huir chillando. El hecho de que hubiera mucha gente, lejos de tranquilizarle, le hacía pensar que era más probable que alguien quisiera su sangre. Tanto temor sentía, que se encerró durante semanas en su casa. Esos días habló mucho con dios, y él le dio fuerzas para vencer sus miedos. Ahora anda tranquilo por el metro y, por si ve algún movimiento sospechoso, lleva un cuchillo en el bolsillo.

06 febrero, 2004

Que lo sepas

Para protegerte, accederemos a los bancos de datos de tus ordenadores, y comprobaremos tu solvencia, y nos aseguraremos de que no guardas pornografía en tu disco duro, ni programas piratas, ni caricaturas burlescas de nuestros mandatarios, ni nada que pudiera hacer pensar a alguien que eres un terrorista, o cómplice de uno de sus cómplices. Te prohibiremos almacenar información en ordenadores no registrados a tu nombre, y si las mafias se ofrecen para ocultarte tus datos a cambio de dinero, di que no, pues el castigo sería tremendo y ejemplar, pero justo y necesario, pues lo hacemos por tu bien.

05 febrero, 2004

Niños bajo tierra

Los túneles de la ciudad están llenos de niños. Llegaron escondidos en barcos y camiones, y pronto desaparecieron bajo tierra, y ocuparon colectores y estaciones donde ya no pasan trenes, donde ya sólo hay hierros retorcidos y humedad. Tras un tiempo en el subsuelo su piel enblanquecerá, sus ojos se habrán adaptado de tal modo a la oscuridad que la luz del sol les cegaría para siempre. De entre sus muchas lenguas nacerán palabras nuevas, extrañas y monstruosas. Los de arriba seguiremos trabajando y amando como si no existieran, como si bajo nuestros pies no oyeramos bullir su humanidad condenada.

01 febrero, 2004

Flotando

Al levantarme descubrí que flotaba a un par de centímetros del suelo. Fuí al doctor. Tras examinarme me aseguró que aquello era psicológico, que yo somatizaba mis preocupaciones. Quise hacerle ver que, aunque fuera por los nervios, yo estaba flotando, pero él ya me había recetado unos calmantes y hecho pasar al siguiente paciente. Un físico cuántico se interesó por mi caso, pero era un chiflado que pretendía dominar el mundo usando mis poderes. Tampoco en la Iglesia encontré solución: el párroco, salpicándome, blandía una cruz y gritaba al demonio que saliera de mí, mientras la piel mojada me ardía.

28 enero, 2004

Taller

En aquel taller sólo trabajaban vampiros. Al entrar extrañaba tanta oscuridad, un hangar grande con paredes altas, sin ventanas. Por lo demás era un taller normal: fotos de mujeres desnudas sentadas sobre neumáticos, grasa en el suelo, tornillos y piezas incomprensibles sobre estanterias metálicas. Eran buenos mecánicos, lo hacían bien. Muchos en la ciudad traían sus coches para reparar, y nunca les faltaba trabajo. Estaban bien allí, se sentían integrados en la comunidad, ganaban mucho dinero, y la comida no escaseaba, pues algunos clientes dejaban el coche en el taller con gente dentro, y así la reparación les salía gratis.

Espíritu cívico

Mientras tiraba algunos periódicos viejos a la basura vi que una mujer me fotografiaba haciéndolo y luego llamaba por móvil para denunciarme por no reciclar. Quise recriminarla por acusica, pero me aclaró que era una Informadora Municipal Voluntaria, y que ése era su deber. No quise discutir y me largué rápido, con tan mala pata que pasé la calle con el semáforo de peatones en rojo. No venía nadie, pero un señor me vio, y telefoneó a la Guardia Urbana. Huí corriendo por las aceras, actividad ilegal, mientras me recriminaban mi actitud y sacaban el móvil amenazadoramente. Maldito espíritu cívico.

22 enero, 2004

Muertes absurdas (1)

Como cuando estás esperando en la cola del super, pasando las cosas del carro a la cinta transportadora, pensando en no olvidarte de pedir que te apliquen el descuento promocional, y de pronto, qué estupidez, la corbata enganchada en la cinta, párela señorita, por favor, párela, he dicho que la pare, pero los nervios, ya se sabe, la señorita no acierta con el botón, se equivoca, aumenta la velocidad, y tu cara se arrastra sobre la cinta, la corbata te tira y te ahoga, y se oyen gritos, manos voluntariosas intentan desatarte, pero cambias de color, y ya es tarde.

20 enero, 2004

No más fotos

Un buen día descubrí que yo ya no estaba en las fotos antiguas. Mi mujer aparecía sola en todas, y mi anterior presencia era ahora invisible. En algunas, se la veía riendo o hablando a alguien inexistente. Constaté que tampoco en mis documentos oficiales había más que cartulinas blancas donde antes estaba mi rostro. El espejo seguía reflejándome, así que desestimé haberme convertido en vampiro, pero probé de fotografiarme y tampoco conseguí nada. Yo desesperaba ante el misterio, pero mi mujer me consoló diciéndome que total nunca quedaba bien en las fotos y que era mucho más guapo al natural.

14 enero, 2004

Monstruo en el bosque

La mujer dejó a su marido durmiendo en la cabaña y se adentró, sola y descalza, en el bosque oscuro, buscando el monstruo que habitaba sus sueños. Era noche sin luna, y tras mucho andar, perdida ya, desfalleció.

Algo grande, fuerte y peludo, la levantó sin esfuerzo, mientras aún dormía, y la llevó a algún lugar donde abusar de ella. Antes de que un manotazo la despertara, ella soñaba aún con el monstruo del bosque, que la salvaría y la llevaría más allá de los árboles, muy lejos, a salvo de su marido que, otra vez, la había atrapado antes.

09 enero, 2004

Enturbiando almas

Soy psiquiatra, atiendo a pacientes ansiosos, melancólicos o desesperanzados. Tumbados en el divan, me cuentan sus historias. Debería ayudarles, pero mis preguntas e intervenciones tienen otro propósito: hacer más oscuros sus miedos, más turbias sus soledades, más dolorosos sus vacios. Ellos no lo notan, creen que estamos escarbando en sus recuerdos y traumas, y que saldrán renovados de la terapia tras muchas, muchas sesiones. En realidad, tras cada visita, su alma se va volviendo algo más fragil, y de sus debilidades saco yo mi fuerza y mi poder.Y además de hacer lo que me gusta, me pagan generosamente por ello.

07 enero, 2004

Planes de dominio

Mi ambición, desde siempre, ha sido dominar el mundo. Dediqué a ello muchas horas y elaboré planes maquiavélicos. Ensayé risas sardónicas, me compré un par de mascotas inquietantes, y establecí un centro de operaciones en el sótano de casa, donde iba acumulando materiales diversos ante la estupefacción indignada de mi mujer. Yo carecía de deformidades o mutilaciones que me dieran apariencia siniestra, pero confié en que la ejecución de mis propósitos y los enfrentamientos con los inevitables enemigos me las proporcionarían cuando menos lo pensara. Hoy, aunque lo nieguen, domino por fin el mundo y ya sólo temo al aburrimiento.