Planes de dominio
Mi ambición, desde siempre, ha sido dominar el mundo. Dediqué a ello muchas horas y elaboré planes maquiavélicos. Ensayé risas sardónicas, me compré un par de mascotas inquietantes, y establecí un centro de operaciones en el sótano de casa, donde iba acumulando materiales diversos ante la estupefacción indignada de mi mujer. Yo carecía de deformidades o mutilaciones que me dieran apariencia siniestra, pero confié en que la ejecución de mis propósitos y los enfrentamientos con los inevitables enemigos me las proporcionarían cuando menos lo pensara. Hoy, aunque lo nieguen, domino por fin el mundo y ya sólo temo al aburrimiento.
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