Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

19 julio, 2002

Cuadernos de sabiduría

Está solo en la gran sala oscura, un laberinto de estanterías llenas de papeles manuscritos; cajones abarrotados de tarjetas de cartón con tachones y subrayados; altísimos ficheros que parecen vomitar papeles descoloridos. Lleva años viniendo cada día, incluso durante las fiestas solares, que duran semanas, y ya no nota el olor húmedo a moho y orín de rata que enrarece el ambiente. Busca anotaciones antiguas, fechas de batallas que nadie conoce, ascendencias gloriosas o infames. Luego, por la noche, apunta cada descubrimiento en cuadernos amarillos que, cuando ha llenado, guarda y colecciona. Y no deja nunca que nadie los lea.

18 julio, 2002

Vida de pueblo

Nos acogieron bien cuando mi mujer y yo fuimos a vivir allí. La gente de pueblos pequeños de montaña, aunque pueden parecer hoscos y cerrados, saben de la importancia de la hospitalidad. Habíamos comprado la casa hacía poco, cuando el anterior propietario, ya anciano, murió. Yo escribía mi novela, ella su tesis. Cada tarde nos venían a ver, y nos traían pasteles hechos con hierbas de la zona. Por la mañana, encontrábamos ante la puerta leche y miel. Fuimos cambiando sin darnos cuenta. Mi novela ha muerto, ella dejó el doctorado. Ahora preparamos madalenas con hierbas para los nuevos vecinos.

17 julio, 2002

El granjero

Desde que mató a su propio hijo en una discusión, todas las patatas que recoge del huerto donde lo enterró sangran al ser cortadas, y las frutas de los arboles del huerto revientan de rojo al ser mordidas. Desde la granja, por la noche, se oyen venir del huerto ecos de las canciones obscenas que su hijo gritaba cuando volvía borracho por la noche o, a veces, se escuchan tristes sollozos. El granjero no va a rendirse, ni a abandonar su casa, aunque tenga que hacer todo el trabajo solo, sin hijo, sin mujer, los dos juntos bajo el huerto.

16 julio, 2002

El lugar donde vivo

No hay calles, donde vivo. Sólo un bloque de casas, repleto de escaleras y pasillos, y ascensores que llevan a más pasillos y escaleras. Nadie conoce la salida, ni creo que la haya. Hay vecinos que llevan años empeñados en encontrar el portal de la calle. Exploran, hacen mapas, numeran las puertas, y pintan las escaleras por donde han pasado de colores vivos, para no recorrerlas de nuevo por error. Otros, en cambio, incrédulos o indiferentes, se encierran en sus casas a ver películas, y sólo salen para ir de compras o a cenar a las galerías del piso rojo.

15 julio, 2002

Premio literario

Escribí un cuento minúsculo y lo mandé a un concurso. Una semana después me notificaron que había ganado, y que me mandaban por mensajero una piruleta con mi nombre grabado en el palo. Me hizo muchísima ilusión, pues nunca había ganado nada, pero tras dejarme la piruleta en casa, el mensajero tuvo un accidente en la esquina y murió. Quedé afectadísimo por la tragedia: si nunca hubiera tenido la idea absurda de escribir aquella ridiculez, aquel chaval estaría vivo. Mientras le daba vueltas al tema, me comí la piruleta y enmarqué el palo, porque una cosa no quita la otra.

12 julio, 2002

Problemas de memoria

Compré a muy buen precio la expansión de memoria. Había pertenecido a un catedrático de Historia Antigua que, cuando se jubiló, dejó de necesitarla para dar clases, y prefería en cambio algo de dinero en efectivo. Por supuesto, traficar con memorias de segunda mano está muy prohibido. No me importaba. Tras implantármela en el zócalo de la nuca, empecé a recordar listas de reyes antiguos e historias de batallas entre religiones, y apenas me quedaba espacio para mis planes de aprenderme la agenda de teléfonos y todo Shakespeare. Para borrar los recuerdos ajenos, sería necesario formatear de nuevo la memoria.

10 julio, 2002

Viaje en avión

Me acomodé en el asiento, procurando recordar las instrucciones de mi psicólogo. Respiraba yo tranquilo, leía el periódico, e intentaba no pensar que pronto me encontraría a más de diez mil metros de altura sobre un trozo de chatarra lanzado a ochocientos kilómetros por hora. Luego, la azafata nos ilustró sobre lo que debíamos hacer si el avión ardía a medio viaje sobre el océano, o si estallaban las ventanas y nos despresurizábamos todos de golpe. Durante el vuelo, mientras intentaba recordar lo seguro que es el transporte aéreo, vi que las azafatas salían llorando de la cabina del piloto.

09 julio, 2002

Otro loco

Siempre contaba que una vez le habían abierto la cabeza para curarlo, y que tras mucho revolver allí dentro le habían dejado por imposible. Entonces se apartaba el pelo blanco y mostraba la cicatriz que le cruzaba todo el cráneo. Para impresionar, pedía a las mujeres que le tocaran la cicatriz con los dedos, que notaran su pulso, que sintieran el latir de su locura. Pocas se atrevían, pero cuando una lo hacía, él cerraba los ojos y le explotaban estrellas en el cerebro, y las voces le contaban secretos y miedos que, por bondad, nunca repetía en voz alta.

Vejez

Desde que murió su marido, dedica el tiempo a cuidar la casa y los perros. En el vecindario la miran mal, se apartan incluso de la acera por donde anda, pero ella levanta la cabeza con dignidad, y es tal vez ese desprecio de las personas lo que la hace dedicarse a los animales. Le encantan los perros, le gusta cuidarlos y tenerlos limpios. Por eso en el barrio, cada noche, se lleva a casa alguno de los perros de sus vecinos, a limpiarlo, a bañarlo, aunque a veces se resistan y tenga que hacer que ya no ladren más.

04 julio, 2002

Cuentos hechos pedazos

Cuando el anciano abandonó la ciudad, no dejó de escribir historias. Lo hacía con una pluma hecha de caña y tinta negra. Escribía minúsculos y elegantes trazos en un papel diminuto, donde no había lugar para más de cien palabras. Luego ataba el cuento a la pata de una paloma mensajera, y la hacía volar hacia el lugar de donde él venía. A veces, antes de llegar a su destino, un cazador disparaba a la paloma, y la hacía caer. Entonces las historias flotaban rotas en el aire, y el suelo se llenaba de venía, lugar, caña, elegantes, ataba, ciudad...

03 julio, 2002

Tiempos extraños, éstos

Antes podíamos pasear por el bosque, reseguir sus senderos, dormir junto a sus fuentes las tardes de verano. Hoy dicen que la paz que aparenta es sólo un engaño para ingenuos, que hay fieras escondidas, que sus caminos pueden transformarse en laberintos oscuros, que sus arboles y espinos no son ya amigos nuestros. Nadie en la ciudad se acerca al bosque y cuentan los horrores a sus hijos. Sólo algunos locos siguen sus senderos como antaño, duermen junto a las fuentes, y regresan diciendo que todo son engaños y vanos miedos. Su temeridad demuestra que el bosque los ha enloquecido.

02 julio, 2002

Más recuerdos de la infancia

De pequeños jugábamos a fútbol en un terreno abandonado cerca de casa. Muchas veces salía un viejo loco a uno de los balcones. Nos insultaba, y nos gritaba que no jugáramos, que estaba enfermo y le dejáramos dormir. Recibía como respuesta gestos obscenos y canciones burlonas. Un día el balón se coló en su balcón y, para no pedírselo, decidimos subir por la cañería. Lo hizo uno de los mayores: trepó, saltó, cogió la pelota, y nos saludó. A su espalda, vimos el brazo que le agarró y le llevó dentro, y salimos corriendo, y nunca pudimos olvidar aquellos gritos.