Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

11 junio, 2007

Sirenita enamorada

Como la del cuento, esta sirenita también está enamorada, también pasa horas sobre una roca, el viento ondeando sus cabellos largos, soñando en un amor imposible. Hay anhelos, pasiones, contra las que la naturaleza y el grupo se rebelan; deseos prohibidos. Se zambulle de nuevo, y nada junto a los suyos, sabiendo que nunca la entenderían, que si supieran la verdad la repudiarían y expulsarían del grupo. Sólo es feliz cuando puede escaparse e ir a su encuentro. Y entonces el tiempo parece detenerse, hablando, jugando, riendo, nadando juntas, disimulando un poco, deseando poder amarse sin secretos, las dos sirenitas.

10 junio, 2007

Publicidad engañosa

Desde que se implantaron las leyes contra la publicidad engañosa, la gente se fue volviendo más crédula. Cómo las leyes prohibían mentir, pensaban que todo lo que salía en los anuncios era verdad, y confiaban en sus políticos y en las instituciones financieras. Ni que decir tiene que esa credulidad fue utilizada en beneficio de unos cuantos, que compraron coches nuevos y gastaron montones de dinero en juergas. Así que ahora las tendencias han cambiado, y autorizarán de nuevo la publicidad engañosa, especialmente la dirigida a los niños, a ver si aprenden a no fiarse, y no se vuelven tontos.

03 junio, 2007

Cambio climático

Decían que el clima cambiaría, así que se les llenó todo de turistas, que querían ver como subía el nivel del mar, y como las casitas de pescadores iban siendo engullidas. Se organizaron tours para ir hasta el hielo, y los más atrevidos fotografiaban de cerca los grandes bloques fundiéndose y cayendo al mar. A la gente ya no le apetecía tanto tomar el sol, por los mosquitos gigantes y las quemaduras cancerosas, pero las piscinas climatizadas estaban a rebosar: se estaba tan bien, tan relajadito, con música new age, y películas, en enormes pantallas, de cuando aun había bosques.

Cuentos herméticos

No todas las palabras quieren ser entendidas, hay frases también que se esconden de si mismas, que se camuflan para trastocar sus significados, y aun éstos giran y se transmutan. Hay cuentos herméticos, palabras que contienen más de lo que dicen, que esconden algo, o eso aparentan. Los hombres han guardado siempre en lugares especiales estos textos. Los han guardado, los han estudiado, los han interpretado. Y cuando las murallas caen, y siempre acaban cayendo, las palabras herméticas estallan, y resultan ser un cuervo, o una espada, o la profecía que cuenta como llegará de nuevo la libertad al reino.

Muertes absurdas (2)

La calle que recorres siempre para ir a casa, la calle en la que jugabas de pequeño, te sientes seguro. No lo esperas, pues no sabes que hace una hora una mujer dejó a un hombre, ni sabes que él no puede soportarlo, y que antes la mataría que dejarla con otro, y que ha bebido, y que cuando ella salió de casa, con un portazo, el bebió más, y cogió el cuchillo, y fue tras ella. No sabes que, juesto en esa calle, la verás correr, sangrando, la abrazarás para que no caiga, y él detrás, fiero de rabia.

Apuestas con mi mujer

Aposté con mi mujer a que era capaz de escribir veinte cuentos de cien palabras en tres horas. La cosa parecía una insensatez, pues el simple hecho de contar cuantas palabras hay en un cuento, y hacerlas cuadrar, ya supone un buen rato. Además, hay que contar con que todo funcione, que el ordenador no se estropee, ni que uno se distraiga: todo ese porno colgado de Intenet que no se baja sólo, esos correos cadena a los que hay que contestar para evitar males terribles. Pero la cuestión es que, a lo tonto a lo tonto, ya tengo uno.

Componer los nombres

Primero fueron las piedras, en ellas se grabó a fuego el nombre de los monstruos. Luego las piedras se hundieron en el mar, no nacieron peces en muchos años, y los pueblos cercanos tuvieron que marchar. Con el tiempo, la tierra giró y se agrietó, crecieron montañas, murieron civilizaciones. En cada grano de arena de las playas, fragmentos de aquellos nombres siguen escritos, como partes ínfimas de un rompecabezas gigantésco. El agua y el viento mueven la arena, no se cansan de buscar combinaciones, y cuando compongan los nombres ya no habrá más agua, ni más viento, ni más palabras.

Unas monedas

Unas monedas, pidió el mendigo tras su historia, así que el rey mandó que lo arrojaran desde lo alto del palacio, como ejemplo para sus súbditos de que el dinero requiere esfuerzo. Aun se cantan canciones de aquel día, en que el pueblo se indignó, y se alzó como nunca antes. Se aprendieron lecciones diferentes, aquel día. El rey también aprendió algo, aunque nunca pudo contarlo a nadie, y quienes le conocieron dicen que, antes de ser colgado, mantenía su porte y su arrogancia. Pero todo esto son historias que se cuentan, ya sabeis, a cambio de unas monedas, majestad.