Flotando
Al levantarme descubrí que flotaba a un par de centímetros del suelo. Fuí al doctor. Tras examinarme me aseguró que aquello era psicológico, que yo somatizaba mis preocupaciones. Quise hacerle ver que, aunque fuera por los nervios, yo estaba flotando, pero él ya me había recetado unos calmantes y hecho pasar al siguiente paciente. Un físico cuántico se interesó por mi caso, pero era un chiflado que pretendía dominar el mundo usando mis poderes. Tampoco en la Iglesia encontré solución: el párroco, salpicándome, blandía una cruz y gritaba al demonio que saliera de mí, mientras la piel mojada me ardía.
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