Historias inexistentes
Abandonó la ciudad mientras está ardía, y dejó atrás todo: palabras, deseos e historias no escritas. Luego, desde lejos, viendo como se alzaban las llamas, pensó en recrear su temor y su furia, pero las frases se le volvían huidizas y asustadas, y hubo de conformarse con mirar, oir y sentir. Los días pasaban, extrañamente ajenos, y los cuentos seguían sin crecer, como si hubieran sido arrancados desde la raiz. Liberado del juego, superviviente de la locura ajena, sintió que aquellas historias inexistentes formaban un vacio denso, y temió que cuando pudiera hablar de nuevo ya nadie quisiera oirle.
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