Selección natural
La ciudad siempre ha tenido sus mecanismos de selección natural. Para cruzar las avenidas, por ejemplo, había que mirar a ambos lados con una secuencia difícilmente predecible: derecha, izquierda, izquierda, derecha, izquierda. Si no se coordina ese ritmo de observación con el avance rápido, uno muere inexorablemente aplastado por algún coche, tranvía o bicicleta. Tras generaciones los ciudadanos se han adaptado, y nacen con una agilidad y coordinación extraordinarios. El consistorio ha ido elevando la dificultad de las calles: han añadido buzones móviles, sierras dentadas que surgen del suelo y unas espitas por donde salen enjambres de abejas africanas furiosas.
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