La estación
Hacía años que por aquellas vías no circulaba el ferrocarril, pero la gente del pueblo seguía acudiendo a la estación, cargados de maletas e ilusiones, esperando en vano durante horas o días, hasta que el hastío y la necesidad les hacían volver a sus casas, avergonzados de sí mismos por su infantil esperanza. Un día la gente del pueblo asumió la realidad, y se armaron de picos y palancas para derribar la estación. Esa noche el pueblo enloqueció, y todos festejaron el derribo sobre los escombros y los raíles retorcidos. Mientras el alcalde leía un discurso oyeron acercarse el tren.
Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.
Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.
Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.
18 septiembre, 2002
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1 comentario:
¡Terrible! Pero lo peor es que muchas veces pasa en la mismísima realidad. Esperar hasta el límite, y en el momento de quemar las naves, comprobar que sucede lo deseado, cuando es demasiado tarde ya.
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