La mayor de las banderas
El emperador pensó que lo mejor que podía hacer para que sus súbditos fueran felices era izar, en la plaza mayor, la mayor de las banderas. Era tan bonito ver ondear los colores patrios, las bayonetas brillar al sol, respirar el olor a pólvora de las salvas ceremoniales... Los ciudadanos olvidaron cuitas y diferencias y, viendo la gigantesca bandera, se sintieron orgullosos de pertenecer al imperio que la tenía más grande. Donde antes había odio se instaló el amor, el miedo desapareció de los corazones. El emperador, orgulloso y feliz, pensó que también sería bonito soltar ratas entre la gente.
Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.
Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.
Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.
03 octubre, 2002
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