Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

31 enero, 2002

El enemigo

El enemigo está presente. No le vemos ni oímos, pero constituye una amenaza de proporciones nunca antes concebidas por la humanidad. Llenaremos, pues, de cámaras las calles, y de micrófonos las alcobas, y tatuaremos en la frente con tinta indeleble a los recién nacidos, para que el enemigo no pueda hacernos daño. Y como el mal puede estar en cualquier lugar, hasta cualquier lugar llegaremos para vencer al mal, pertrechados tan sólo con la fuerza de la verdad y con armamento pesado. Y quien niegue que el enemigo exista, quien afirme que es ficción y quimera, que perezca con él.

30 enero, 2002

Dos palabras

Quiso ir más lejos y convocó un concurso de cuentos de dos palabras. Recibió algunas historias hermosísimas, que habían sabido destilar la esencia de una emoción, de un temor o de un deseo. Le impresionó mucho, por ejemplo, un cuento que decía así: "Te odio", y al que el autor había titulado "Carta de un padre a su hijo abogado". Pero cómo con dos palabras cualquiera se atrevía, tuvo que recolectar sus perlas de entre un mar de mediocridades. Un día, leyendo uno de ellos, reconoció el estilo de una mujer a la que amó. El cuento decía: "Nunca más."

29 enero, 2002

Última voluntad

Su padre, al morir, le dejó una cajita metálica negra, con una llave que colgaba de un cordel rojo. En el lecho de muerte, le hizo prometer que guardaría siempre la caja, pero que jamás la abriría. Pasaron muchos años. Él siempre luchó contra la tentación, esforzándose por cumplir lo que le había prometido a su padre. Pero ahora, cuando él mismo está a punto de morir, no quiere irse sin saber qué se oculta allí. Luchando inutilmente contra la curiosidad última, abre la caja y saca el papel que hay dentro, y puede leer que su padre le maldice.

25 enero, 2002

El verso último

La ciudad es una maraña de calles desiertas. Dicen que ya no queda nadie, pero sé que en la noche puede verse luz saliendo de algunas casas. Nunca he querido saber quienes son esos locos inconscientes que siguen allí, ajenos al final, presos de si mismos y de un destino que no conocerán. Como cada día, llego a la ciudad cuando sale el sol, por la gran puerta de Invierno, y busco hasta que empieza a anochecer, entre cada papel de cada casa, el verso definitivo, el que cerrará para siempre las puertas de la ciudad y nublará su cielo.

23 enero, 2002

Contra todo pronóstico

Se habían pegado un enorme piñazo con el coche, reducido ahora a chatarra, pero no se habían hecho daño: algún rasguño, algunos moratones, todo sin importancia. Antes de estrellarse contra el suelo, habían salido despedidas e ido a parar sobre unos arbustos muy tupidos que amortiguaron el impacto. Se percataron de que estaban junto a unas vías. Un tren se acercaba despacio; sería fácil subir a un vagón y huir de ellos.

- No nos atraparán. Hemos tenido mucha suerte.
- Demasiadas coincidencias; esto debe ser un cuento en la imaginación de alguien.
- Pues vivámoslo, Louise, vivámoslo... - dijo Thelma, y escaparon juntas.

22 enero, 2002

La metamorfosis

Cuando se despertó, Jordi C. se había convertido en un escarabajo. Su mujer no vió en ello nada original, pues ya Kafka lo había hecho antes. Jordi C. le aclaró que el checo lo había escrito, en tanto que él era realmente un insecto. Con inquietante indiferencia, como si no apreciara el cambio, ella se fue a trabajar tirándole un beso y rogándole que no llegara tarde al despacho. Patético: se había transformado en escarabajo y su mujer lo acusaba de plagio. Con el tiempo se habituó, pero siempre le quedó el remordimiento de no haber plagiado a Henry Miller.

Los auriculares inalámbricos

Me compré unos auriculares inalámbricos y nunca funcionaron correctamente: el sonido era bueno pero lo que se escuchaba no era lo debido. Esperaba a Debussy, y oía los sueños de la niña del piso de abajo; quería oír a Woody Allen, y por los auriculares me llegaban las preocupaciones del vecino del ático. Según me movía por la casa, cambiaban los sonidos. Escuché insultos no expresados, perdones no pedidos, golpes que no se propinaron. Deseos, temores, celos y fantasías. Hoy me he cruzado con la chica del segundo; la he besado y le he dicho que yo también la quiero.

21 enero, 2002

Sospechas

Yo quería vigilar a la vecina de abajo porque creía que era una bruja. Cuando le conté mis planes a mi mujer, me miró francamente mal. Con displicencia, me hizo ver lo absurdo y peligroso de mi idea: tenía razón en todo, y así se lo dije. Pero esa tarde, cuando ella aun no había vuelto de trabajar, me deslice por una tubería del patio de luces y me colé en la galería del piso de abajo. Por una ventana vi, en efecto, cómo mi vecina entonaba cánticos inquietantes y, junto a mi mujer, clavaba alfileres en una foto mía.

17 enero, 2002

Subterraneos

¿Sabéis por que hay tantos pasillos prohibidos, y tantas puertas selladas, o con hombres armados y perros ante ellas? La tierra allí fuera, dicen, aun respira. Pero hay chacales, y sierpes, y seres que arrastran las cabezas de sus enemigos por el barro, y por eso los maestros no nos dejan salir, saben lo que se hacen. Aquí abajo, en el fondo, nos queda aun un dédalo inacabable de salas por descubrir y tesoros que hallar. Y además, compañeros, arriba añoraríamos también las flores como aquí, pues juran los maestros que ya no quedan rosas, ni pétalos, ni cosas bonitas.

El mar, de noche

No son más de veinte hombres en el barco. Una tripulación de mercenarios, fugitivos y locos. A oscuras, ocultos en la niebla nocturna con los motores parados, esperan que pase algún pequeño mercante, para descargar sobre él su furia y sus cuchillos y robar todo lo de valor, como llevan haciendo por estos mares desde hace meses. Ahora han oído un motor, y divisan una luz entre la niebla. Cuando abordan el barco se dan cuenta que lo hundieron hace dos semanas. Empiezan a creer en fantasmas cuando ya es tarde y descubren que también les gustan las hojas afiladas.

15 enero, 2002

Fiesta

No les dejan entrar. Dentro, la fiesta continúa, mientras ellos se apiñan en las puertas e intentan colarse por las ventanas o pasar sin ser vistos entre los camareros que llevan las bandejas con el salmón y el caviar. Cuando a uno lo pillan, el mayordomo se hace cargo de la situación y lleva a los intrusos a la bodega, donde permanecen encadenados a la pared mientras dura la celebración. Luego, cuando los invitados ya se han marchado, les sueltan los grilletes y, antes de volver a sus casas, les reparten algo de lo que ha quedado de los postres.

Cuando el lenguaje duele

Ellos se ofrecerán a sanar tus palabras, a quitarles sus miedos, sus dudas y sus ambigüedades. Te las devolverán entonces limpias y más pequeñas. Serán amables contigo tras su sonrisa vacía y te dirán que las palabras no son para jugar, que pueden hacer daño. A solas, verás que tu vocabulario ya te suena distinto: más turbio, más vulgar. Las frases que construyes no tienen aquel brillo, ni cortan apenas sus cuchillas. Cuando los doctores vuelvan, oirán en tus lamentos que aun hay dolor y rabia en tus palabras. Te extirparán entonces adverbios y adjetivos y los nombres más bellos.

14 enero, 2002

La esfera de marfil

Cuando aquel chino me vendió tan barata la esfera de marfil, me juró que era porque en su interior habitaban los espíritus de los malos propósitos, y me advirtió que jamás debía reflexionar sobre mi vida, o tomar decisiones trascendentes, sin tenerla encerrada en su caja de ébano y metal. Como buen occidental, escéptico y prepotente, no le hice caso, y puse la bola de marfil tallado en el lugar más visible de mi vitrina. Desde entonces, he dejado un trabajo que me gustaba, me he hecho vegetariano, y he mentido a mi mujer diciéndole que ya no la amo.

11 enero, 2002

Un caso real

Tanta música, tanta juerga y tanto cachondeo allí dentro, ya le estaban poniendo nervioso. Tíos por el suelo jugando a dados, mujeres dejándose tocar por pasta... Notaba que se iba crispando, y se conocía: era de natural pacífico, pero cuando le daba el pronto, le daba. Sus colegas, que sabían como era, le dijeron:

- Va, jefe, déjalo, que no vale la pena...

¡Pero aquello era su casa!. Ya estaba harto de tanto vicio y guarrería. Agarró un palo de hierro, y la emprendió a trompazos.

- ¡Mi templo es para rezar, y no una cueva de ladrones! -les increpó Jesús, furioso.

10 enero, 2002

Caperucita Roja

Caperucita despertó y se giró hacia el lobo, que aun dormía, frotándose contra su pecho fuerte y peludo. Con manos tiernas y suaves le acarició. El lobo abrió los ojos y apresó su cuerpo pequeño con las garras, mientras acercaba las cálidas fauces hacia ella. Lamió su rostro, y devolvió sus caricias, pero ambos sabían que no podían demorarse dejándose llevar.

- ¿Crees que aun nos siguen? - le preguntó ella.
- No lo dudes. Nos seguirán hasta matarme, y tu madre y tu abuela harán de ti una mujer de provecho.

Ella miró sus ojos amarillos y le besó.

09 enero, 2002

Poder de convicción

Tras ir al curso de Internet, empezó a meterse por los foros, hasta viciarse. Ya fuera para debatir cuestiones políticas, aspectos socioeconómicos o criticar obras de teatro, él siempre estaba allí. Pero su capacidad de modificar las opiniones ajenas mediante su convincente y sutil estilo discursivo, le sorprendió a él mismo. Inevitablemente, tras mínimos debates, sus tesis prevalecían y, uno tras otro, sus postulados se iban cumpliendo. La sociedad cambiaba a su alrededor según sus designios, y era suficiente con que expusiera sus razonamientos para que se convirtieran en hechos. Cuando se cansó de Internet, lo explicó en un foro.

08 enero, 2002

Voces

Primero fueron sólo susurros que oía cuando había silencio. Trataba de ensordecerlos con música, con ruido, volviendo a casa tarde, ebrio y cansado, tras recorrer muchos bares. Pero siempre retornaban, voces profundas y turbadoras, como raíces en el barro de una ciénaga. No podía ignorarlas, asfixiarlas en su mente: estaban allí, modulando palabras sin sentido que evocaban lugares húmedos y terribles. Con el tiempo los sones se le hicieron inteligibles, le contaron cosas de la gente: feos secretos y tristes soledades. Esas voces cautivadoras le volvieron más sabio, más fuerte. Y le explicaron como debía tratar con vecinos y amigos.

07 enero, 2002

El tacto del pasado

Un día, revolviendo en un mercadillo entre monedas antiguas, mis dedos dieron con una pieza y supe por su tacto que muchos años atrás fue robada a un viajante al que después mataron de un golpe en la cabeza con un mazo; que sació más tarde por un día la sed de un viejo ciego; compró también los favores de una mujer necesitada y se usó para pagar una traición. Compré cara la moneda, y la guardo en un cofrecito de madera y plata. A veces la tengo entre mis manos, y me gusta sentir aquellos deseos, iras y ambiciones.

05 enero, 2002

Túneles

La ciudad, desde antes que nadie pueda recordar, está recorrida por túneles subterráneos: galerías que dan a pasillos; cavidades que conducen a pasajes, repletos de columnas y de pozos. Las entradas de las catacumbas son visita obligada. Pero pocos entran más de treinta o cuarenta metros. Sólo exploradores o científicos van más allá, y aun éstos nunca se acercan a los pasillos más profundos. Los que han llegado más lejos, juran que pueden oírse cantos venir de lo más hondo, pero la ciencia lo llama reverberación. A cada casa, por la noche, las tuberías llevan esos sones y esas risas.

04 enero, 2002

Ceremonial

Aquellos hombres llevaban años encerrados en diminutos cubículos. No se conocían entre sí, pero, a la misma hora, todos recibían la ración de alimento para evitar que murieran de hambre. Si alguno enfermaba, trataban de mantenerle vivo. Había que esperar. En ocasiones venían a buscar a uno de ellos, y se lo llevaban. Lo ataban con correas mientras decían el nombre de su dios y esperaban la llegada del momento. Los asistentes a la ceremonia esperaban en un denso silencio. Los oficiantes pincharon su cuerpo y el veneno empezó a correr por su sangre. Hoy el gobernador tampoco había llamado.

03 enero, 2002

El desayuno

Como cada mañana, calentará un vaso de leche, le añadirá cacao en polvo y se lo tomará aun muy caliente. En otra ciudad, hace dos días, el que cuida los depósitos de leche enloqueció y le añadió algún veneno muy lento y muy horrible. Antes de acabar el desayuno, el veneno correrá ya por su sangre y hará cambiar sus células, como la de todos los que han bebido de esa leche. El hombre saldrá hacia la oficina, y aprovechará el viaje en metro para leer el periódico. Luego, ya en el despacho, entrará en Internet y leerá este cuento.

02 enero, 2002

El presidente

El presidente lo sabe todo. Sus consejeros bullen a su alrededor, aportándole datos, argumentos, estrategias. El cerebro del presidente organiza, clasifica, disecciona y decide. Entonces los teléfonos se ponen en marcha y se gritan ordenes. Muy lejos alguien explota en pedazos, pero lo hace en silencio, dignamente, procurando no molestar. El presidente, sin embargo, tampoco estaba ya escuchando, pues de un vistazo necesita interpretar y asimilar los nuevos datos. Otra reflexión, otra orden, otra muerte. Sus consejeros admiran su coraje, su resistencia, su decisión. Al presidente, esa noche, mientras da de comer ratas a sus serpientes, le sangrará la nariz.