Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

19 diciembre, 2002

El mapa robado

Robó el mapa a un mercader con el que compartieron algunas jarras de vino en la peor taberna de la ciudad. Aprovechó la ebriedad del hombre para hurgar en los bolsillos de su chaqueta, hallando sólo aquel papel doblado. Luego supo que era un mapa mágico, que brillaba de noche y te indicaba con puntos amarillos los lugares donde había riquezas ocultas. Tras usarlo para cometer algunos robos afortunados se dirigió a un punto de la ciudad que brillaba rojo. Allí no vio nada especial, hasta que un perro rabioso le saltó encima y le mordió en el cuello, matándole.

17 diciembre, 2002

La serpiente

Me remuevo inquieto en la cama. No he debido dejarme convencer para cuidar la serpiente de mi amigo, pero no supe decirle que no. Me ha asegurado que me será sencillo: sólo tengo que darle un ratón al día y dejarla dormir. Me ha traído también una jaula con siete ratoncillos blancos, uno por cada día que piensa estar fuera. Dice que sólo tengo que coger uno, tirarlo dentro por un agujero de la parte superior, y dejar que la serpiente se lo coma vivo. Mañana toca el primero. He de tranquilizarme, y vencer el miedo a que pueda gustarme.

Monstruosidad

Llevaba meses haciéndolo sin que nadie sospechara sus atrocidades. Los sábados entraba de noche en la iglesia descolgándose desde el tejado por unas vigas de madera, abría la puerta de la sacristía, y cambiaba el vino sacramental por vino de taberna. Se arrodillaba en medio de la pequeña sala, rezando a dioses diferentes para que quitaran de aquel lugar toda la fuerza, toda la magia. El domingo por la mañana se sentaba en un banco a ver salir la gente de la iglesia, y sentía un placer cruel en la certeza de que les había condenado a todos al infierno.

13 diciembre, 2002

Construcción

El rascacielos crece y crece, cada vez más alto. Hace tiempo que se perdieron los planos originales en un incendio fortuito, y el equipo de arquitectos que lo diseñó murió en un desafortunado accidente de aviación cuando iban a asistir a una conferencia internacional sobre luz y espacios vacíos. Así que desde entonces, desprovistos de guía y supervisión, los equipos de trabajo siguen apilando piso sobre piso, en una torre ya inmensa y monstruosa. Los más desconfiados aseguran que aquello no puede proseguir indefinidamente, y que los fuertes crujidos que se escuchan son de la estructura que empieza a resentirse.

12 diciembre, 2002

Pilas de corta duración

No me quedaban pilas de recambio, así que he bajado a una tienda que hay cerca de mi casa, que abre hasta muy tarde. Allí me han explicado, muy amables, que por algún problema de suministro sólo tenían ahora pilas planas y unas pequeñas que se usan para los relojes y las calculadoras. A esas horas todas las demás tiendas de mi barrio estaban cerradas y no podía ir hasta el centro, donde siempre hay tiendas abiertas. Así pues he vuelto a casa, y me he sentado a escribir este cuento, antes de que se me acaben del todo las

10 diciembre, 2002

Motivación

Me dijeron que el nuevo trabajo sería muy motivador, me lo aseguraron repetidas veces, así que el primer día me instalé en el despacho a la espera de notar algo. A las pocas horas vi que allí tampoco tendría futuro, pues no notaba mayor motivación que la que ya es en mí habitual y notoria. Cuando me di cuenta de que me habían engañado, fui a hablar con el gerente quien, con la excusa de una reunión, no quiso recibirme. He vuelto a mi mesa, pero no pienso trabajar hasta que venga alguien y me motive, porque me lo dijeron.

08 diciembre, 2002

Lenta soledad

Me levanté y fui a despertar a mis hijos, pero sólo había uno. Le pregunté a mi mujer por nuestra hija, y me miró extrañada, mostrándome su mirada que el error era mío, que mi hija nunca existió. Al día siguiente mi mujer seguía allí, y hacíamos una buena pareja, pero nunca habíamos tenido niños. Hoy al ir a dormir la he abrazado con fuerza, y a ella le ha extrañado este súbito arrebato de cariño. Y no quiero decirle que mañana yo estaré soltero, y viviré en este mismo piso, pero más sucio, más desordenado, y muy, muy vacío.

05 diciembre, 2002

Mal sueño

Hoy he vuelto a tener la pesadilla terrible y recurrente de que en mi trabajo descubren por fin lo que yo hago y me despiden, para mi vergüenza, entre la indiferencia de mis compañeros, y el sarcasmo cruel de mis superiores. Cuando en mis sueños siento estos temores, algo en mi se esfuerza en despertar rápido, en dejar aquellas ilusiones tramposas. También hoy he abierto los ojos, y me he dado cuenta de que todo era un sueño, de que estaba en la oficina, en mi mesa, y seguro que el jefe, que se acerca, no me ha visto durmiendo.

03 diciembre, 2002

Protección de datos

Estaban muy preocupados por la privacidad de sus datos, que podían valer millones en el mercado negro, así que me contrataron para que les montara un sistema seguro, con encriptaciones fractales y recifrado dinámico, para no tener que preocuparse de que nadie les tocara los bits. Les instalé el sistema, reforcé sus canales de comunicaciones y blindé, en una palabra, sus valiosas informaciones. Les expliqué como usarlo todo y les recordé que, pese a lo sofisticado de los sistemas, siempre el punto más débil es el factor humano. Agradecieron mi trabajo y salí, tranquilamente, con mi portátil bajo el brazo.