Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

31 octubre, 2002

Cambiarme la memoria

Quiero comprarme una memoria nueva, recordar lugares en donde nunca he estado, rememorar tus besos, y las sonrisas que nunca me ofreciste. Quiero recuerdos que borren mis memorias antiguas, que sustituyan esos momentos huecos, de aire helado, de atardeceres solo. Quiero esta noche cambiar esta realidad turbia en la que fuimos cayendo por tu culpa, tu desamor, tu indiferencia. Cuando ya tenga la memoria nueva, todo será distinto, más bonito, te recordaré fiel y amantísima, y aunque no pueda devolverte a la vida, ya no sabré jamás cuanto he llegado a odiarte, ni recordaré que fui yo quien te mató.

30 octubre, 2002

Retenidos

Nos obligaron a permanecer sentados, advitiéndonos de las duras consecuencias de movernos o hablar con alguien. Las puertas de la sala estaban bloqueadas, y ellos se paseaban entre nosotros para controlarnos. Yo temblaba, sin poder enfocar los ojos y la mente en aquel papel con sus exigencias que nos habían puesto delante. Cuando vi que el más alto pasaba de largo y se alejaba de espaldas, aproveché el momento para mirar fugazmente a los demás. Algunos lloraban, otros, refugiados en el papel, se esforzaban por hallar sentido a la situación. Dominando mis emociones, empecé el examen por la segunda pregunta.

29 octubre, 2002

Amén

Y está escrito que llegará el día en que los razonables empezarán a hartarse, y arremeterán contra aquellos que dijeren sandeces y disparates en la plaza para cazar incautos, y les correrán a gorrazos con júbilo. No habrá piedad ni perdón para el que hablare de dioses, y de círculos en el trigo, y de carros de fuego en el cielo. Y las cuarenta plagas esperarán en fila ante la puerta de tanto botarate, sin que haya en la tierra cobijo para los que tuerzan la verdad y la maltraten, y entonces será el llanto y el rechinar de dientes.

28 octubre, 2002

Ficciones tan reales

Enloqueció, y quiso creer que todo cuanto escribía sucedía en algún lugar, que los monstruos que creaba se hacían reales en sitios lejanos, en mundos tal vez que no son éste. Creyó que si contaba historias de miedo, los horrores llenarían los días de los otros, y para evitarlo intentó escribir versos de amor, historias de buen rollo cargadas de sentimientos puros y buenas intenciones, pero las letras le fluían repletas de ambientes tenebrosos, de soledades terribles, de absurdos pegajosos y tristes. Dejó así poco a poco de escribir, hasta que dejaron de suceder cosas y el mundo se detuvo.

24 octubre, 2002

Inspectores de familia

Los inspectores municipales del Servicio de Familias llegaron a casa mientras estábamos cenando. Exigieron ver los informes de los últimos meses, con los datos detallados de a qué habíamos dedicado cada hora, cada minuto. El más alto nos recriminó que salíamos poco y, tras examinar la despensa, que tuviéramos tan pocas frutas y legumbres, que previenen el cáncer. Les parecieron fatal las habitaciones de los niños, pues el color con que habíamos pintado las paredes no era el estándar para aquel distrito. A mí me esposaron, pero mi mujer pudo quedarse con los niños hasta que llegó la asistente social.

23 octubre, 2002

Corte de pelo

De pequeño me hacían ir al barbero a cortarme el pelo. Sentado en la silla, inmovilizado con un inmenso manto azul, le sentía trastear con las tijeras junto a mi cara, realizar movimientos y cortes rápidos cerca de mi cuello, de mis orejas. Mientras pontificaba sobre fútbol, yo le miraba por el espejo que tenía al frente, le veía gesticular y hacer aspavientos, sin dejar de dar tijeretazos. Cuando cogía la navaja para retocar mi nuca, yo cerraba los ojos con fuerza, intentando no pensar que podía volverse loco justo entonces, cuando la navaja pasaba tan cerca de mi yugular.

21 octubre, 2002

Metamorfosis religiosa

Cuando se despertó, Jordi C. se había convertido en católico. Él, que hasta entonces había sido ateo militante y considerado las religiones como mitologías irracionales que lastran el progreso, había sido bendecido en sueños por el Espíritu Santo u otro pájaro similar, y sentía ahora el deseo irrefrenable de ir a misa, reprimirse los pensamientos impuros y creer en la infalibilidad papal. Sus familiares, preocupados de verle todo el día con el rosario arriba y abajo, intentaron devolverle su escepticismo original mediante la magia negra, pero a la que un vidente se le acercaba, Dios lo fulminaba con un rayo.

18 octubre, 2002

Dignidad

Me llamaron de Hollywood porque querían hacer una película con uno de mis cuentos de cien palabras, así que me compraban los derechos por una millonada. Estaban pensando en grandes estrellas como protagonistas, y una fuerte campaña mundial de marketing. Yo acepté encantado, y mientras mi mujer ya estaba pensando en ir a vivir a Beverley Hills, me volvieron a llamar. No habían recordado comentarme que debía hacer algunos cambios en la historia: no les devorarían los cocodrilos, sino que se casarían. Colgué indignado. No renunciaré a mi dignidad creativa por unos pocos millones de dólares. ¿Qué se han creído?.

17 octubre, 2002

Palabras robadas

Dábamos tan por sentado que podíamos hablar, que cuando nos robaron las palabras llegamos a creer que los ladrones tenían razón, que la culpa era nuestra. Nuestras ideas raras, nuestras opiniones peligrosas, nuestras dudas, eran lujos que la sociedad no podía permitirse en medio de la lucha, del fragor de la batalla. Ellos alzaron sus banderas y construyeron cuentos terribles con nuestras palabras, para luchar contra los relatos abominables del enemigo, ficción contra ficción, mito contra mito. Los que ya no teníamos ni voz ni símbolos debíamos limitarnos a escuchar a locos vociferantes convirtiendo nuestras ideas en trampas para idiotas.

16 octubre, 2002

Rascacielos

Vivimos en las plantas desiertas del rascacielos, en sus espacios muertos. Por las noches, cuando las oficinas están vacías, rebuscamos entre los papeles para encontrar palabras que alimenten nuestras historias. Los guardias no nos ven, tal vez porque somos rápidos y astutos, tal vez porque estamos muertos. En ocasiones nos reunimos para celebrar el hallazgo de algún dibujo hermoso garabateado en listados azules de contabilidad, o de un papel mojado de lágrimas por palabras que nunca debieron escribirse. Después cantamos versos antiguos, y recordamos con añoranza cuando el edificio era aún un esqueleto de vigas y cemento, antes del accidente.

15 octubre, 2002

Leer la prensa

Cada día lee el periódico buscando mensajes cifrados. Repasa cada texto, analiza las distancias entre las fotografías, busca sentido en los anuncios por palabras, combina los números ganadores de la lotería con las cotizaciones de la bolsa para hallar el mensaje que espera. Hoy ha encontrado una carta al director que incluye dos de las tres palabras clave, y la repasa frenéticamente en busca de la tercera, escondida tal vez entre sinónimos o palabras leídas del revés. Es ya muy tarde cuando desiste, un día más echa al fuego el diario, sabiendo que tal vez esté quemando su última oportunidad.

11 octubre, 2002

Cien palabras o no

Acabado el cuento, contó las palabras: cien, ni más ni menos. Satisfecho, lo publicó en Internet, pero pronto recibió un correo muy atento comunicándole que su última microhistoria no tenía 100 sino 103 palabras. Aunque creía haberlas contado bien, lo repitió: el lector tenía razón, pero no eran 103 sino 97 las palabras. Le añadió las tres que faltaban y, por si acaso, repitió la suma: 107. Extrañado, le pidió a su mujer que las contara: 101. La función de contar palabras de su Word daba para el cuento números negativos. Al final se hartó, y lo dejó tal cual.

10 octubre, 2002

Cámaras

En mi escalera de vecinos se decidió instalar cámaras en la entrada para descubrir quiénes tiran papeles o dan patadas a las paredes. Castigados los culpables y probada la eficacia del sistema, se acordó poner otras en la terraza para ver quién ensucia la ropa tendida de los demás, y en las escaleras, para que nadie se empuje ni insulte al cruzarse. Hoy hay reunión extraordinaria para decidir si ponemos cámaras dentro de los pisos, para evitar malos tratos domésticos o respuestas inadecuadas a las preguntas de los hijos. Yo, con tal de salir en la tele, votaré que sí.

08 octubre, 2002

Las últimas campanas

Sólo quedará ella para oír sonar las campanas cuando toquen a muerto los fantasmas. Primero no habrá flores, y cesarán los cantos. Luego morirán niños o huirán hacia un bosque donde habitan más miedos. Algunos lucharán por mantener erguidas las últimas casas, unidos contra el fuego y la ceniza amarga. Otros se esconderán, venderán familiares y amigos para salvar la piel, o aprenderán letanías arcanas para que otros horrores acudan a salvarlos. Sólo la mujer joven, expulsada del pueblo por ser bruja, podría contener esa noche las garras y los gritos, pero se quedará, cargada de odio, escuchando las campanas.

07 octubre, 2002

Canonización

En la última reunión de vecinos de la escalera, se propuso canonizar al del tercero, que además de ser el presidente es muy religioso, habla despacio, y se lleva bien con todo el mundo. Los estatutos exigen tres milagros, pero hubo acuerdo en que haber conseguido que los del ático pagaran los recibos valía por dos, así que si contábamos la vez que la abuelita del quinto se cayó escaleras abajo dos pisos sin matarse, la santificación estaba cantada. Era tal la unanimidad, que no hubiera hecho falta que aquellos hombres enormes con gafas oscuras hubieran asistido a la asamblea.

03 octubre, 2002

La mayor de las banderas

El emperador pensó que lo mejor que podía hacer para que sus súbditos fueran felices era izar, en la plaza mayor, la mayor de las banderas. Era tan bonito ver ondear los colores patrios, las bayonetas brillar al sol, respirar el olor a pólvora de las salvas ceremoniales... Los ciudadanos olvidaron cuitas y diferencias y, viendo la gigantesca bandera, se sintieron orgullosos de pertenecer al imperio que la tenía más grande. Donde antes había odio se instaló el amor, el miedo desapareció de los corazones. El emperador, orgulloso y feliz, pensó que también sería bonito soltar ratas entre la gente.

02 octubre, 2002

Búsqueda

Cuando era pequeño recortó una foto de una revista donde aparecía una humilde casa encalada, con las paredes cubiertas de flores, en algún lugar no identificado. Por una de esas compulsiones que animan el espíritu humano, dedicó sus años a buscar aquella casa, a dar con pistas que le permitieran localizarla. Recorrió así muchos países, y mostró la foto, ya amarilla, a cuantos se cruzaban en su camino. Un día alguien le llamó por teléfono para decirle que la había visto. Temeroso de perder lo que daba sentido a su vida, colgó antes de que aquél pudiera decirle su ubicación.

01 octubre, 2002

Bloqueo

No es el simple y habitual bloqueo del escritor. Ponerse ante el papel con la pluma en posición de escribir le desencadena toda una serie de reacciones adversas en el organismo, palpitaciones, nauseas y, por encima de todo, un miedo indefinido pero muy presente. Las primeras palabras surgen fluidas, hasta que empieza a difuminarse el aire, hasta que suenan las paredes, hasta que el suelo parece fundirse bajo sus pies y retumban en su cabeza las voces antiguas. Entonces, al lado de las palabras, dibuja el pentáculo y anota los nombres de todos los demonios, a los que pronto controlará.