Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

30 abril, 2002

Encuentro imprevisto

Ayer, al entrar de nuevo a la oficina después de comer, me cruce en la puerta conmigo mismo, que salía. Por un momento me paré, sorprendido, y a mí me pasó igual. Sin cruzar palabra seguí mi camino, y yo hice otro tanto. En mi mesa todo estaba bien, pero una par de tareas que tenía pendientes ya estaban acabadas. Fue entonces cuando reaccioné y salí corriendo a la calle, a ver si me veía, pero no pude encontrarme por más que recorrí los lugares por donde suelo pasar. Hoy aún me queda la sensación de no saber dónde estoy.

29 abril, 2002

El juego

Todos participaban en el juego. En el ascensor, en el trabajo, unos se miraban a los otros para ver de que color llevaban el distintivo, para saber de que bando eran. En las aglomeraciones , en el metro, la gente procuraba juntarse con los suyos, para evitar que el equipo contrario pudiera anotar puntos aprovechando un descuido o la simple superioridad numérica. Mientras duraba el juego, siempre se salía en grupo, ya fuera para ir protegido a cualquier parte, o porque se buscara hacer puntos, buscando a algún incauto del color contrario y que fuera sólo, indefenso, y de noche.

26 abril, 2002

Buscadores

Lo malo que tienen los buscadores en Internet, es que en ocasiones los resultados son desconcertantes. Me contaron de alguien que, buscando referencias a culturas bizantinas, encontró por error que su vida carecía de sentido y abandonó el trabajo y los amigos. Tened por seguro que existen combinaciones de palabras, secretas e innombrables, que hacen que google te cuente como será tu muerte, o si el momento más feliz de tu vida ya ha pasado. Y hoy he dado sin querer con la secuencia única de palabras que me ha devuelto un enlace donde he encontrado este cuento ya escrito.

25 abril, 2002

El médico rural

En la aldea donde viví de pequeño, Don Anselmo, el doctor, atendía a todo el mundo. Tenía un talento especial para tratar enfermedades. En el pueblo le querían, porque era bueno y amable. Les curaba y les cuidaba bien, y nunca cobraba por sus visitas, ya fuera para tratar una pierna rota o curar una pulmonía. Sólo pedía siempre algo de sangre del paciente. Para investigar, y hacer avanzar la ciencia, les decía sonriente, mientras sacaba de su maletín su instrumental. Ayer vi de nuevo a Don Anselmo por la calle, y no me sorprendió observar que no había cambiado.

23 abril, 2002

En otro lugar igual

Tras ducharse y abrir la cortina para salir, se dio cuenta de inmediato de que ya no estaba en su casa. Aquel seguía siendo su cuarto de baño, y las voces de su mujer y los niños eran las de siempre. Pero una sensación muy íntima de descolocación le invadió completamente. Volvió a meterse en la ducha y dejó correr el agua. Al cabo de unos minutos, con miedo, abrió la cortina deseando que, esta vez, todo estuviera bien, pero no era así. Salió, se vistió, besó a su mujer y a los niños, y se resignó a vivir allí.

El caballero y el dragón

El dragón reposaba al fondo de la cueva. Acurrucada junto a él, la princesa apoyaba la cabeza sobre su cola. Los cascos de un caballo acercándose hicieron que el ancestral reptil levantara la cabeza. El dragón suspiró, y la princesa le miró amable. Todos los años lo mismo. El caballero, a la entrada de la cueva, resplandecía en su armadura nueva, la temible lanza bien sujeta a su lado. Como cada año, le achicharraría un poco y el pobre chaval volvería al pueblo con alguna mujer de vida alegre, mostraría las quemaduras, y explicaría que había rescatado a una princesa.

22 abril, 2002

La llegada del ogro

El ogro llegó en el momento oportuno, cuando el pueblo se volvía gris por falta de historias nuevas. Desconocían su origen, pero todos le esperaban cada año. Sentado con ellos, alrededor del fuego, sus silencios estaban cargados de relatos y noticias remotísimas: la caída de una lejana ciudad en manos de tropas reales, el invierno inacabable en las fronteras, las crecientes cacerías contra seres oscuros. Los niños, ávidos de explicaciones, pedían al ogro una palabra. Él les hablaba de su jardín, y de como lo ocultaba de soldados y dragones. Y esa noche el pueblo volvía a llenarse de color.

19 abril, 2002

Dudas

El anciano se cuestionaba muchas veces sobre su estúpida manía de crear cada día un cuento de cien palabras. Si algo le entristecía, si las noticias de aquella noche eran especialmente deprimentes, pensaba en lo absurdo de escribir frivolidades mientras el mundo explota. Otros días de sonrisas y sol, días alegres y cronopios, se reprochaba entonces por escribir cosas oscuras, cuando todo era azul y cielo y aire. Y, en cualquier caso, dudaba del absurdo mismo de crear mentiras y metáforas, de condensar historias que pocos leerán. Afortunadamente, en ese punto de la reflexión, el cuento ya solía estar escrito.

18 abril, 2002

Amor virtual

La creó, virtual y perfecta, a medida de sus deseos. Encerrada tras el cristal del monitor, le observaba con sus grandes ojos claros, su pelo rubio ondeando con suavidad por una brisa inexistente. Su piel de textura perfecta y su mirada cómplice, eran sólo cálculos y pulsos eléctricos, así como sus sonrisas y sus guiños. Pero él hablaba y ella respondía, y sus palabras le daban siempre consuelo y ayuda. En ocasiones se miraban con ternura, y luego reían y seguían charlando. Cuando debía apagar el ordenador, su corazón se llenaba de pena y el de ella de frío electrónico.

16 abril, 2002

El nuevo cargo

Tras muchos años de investigaciones clínicas sobre el tema, la nombraron Directora General de Sueños y Pesadillas. Sintió entonces una mezcla de orgullo y miedo ante sus nuevas responsabilidades. Tendría que dar explicaciones a ciudadanos que llaman quejándose de lo mucho que se repiten sus sueños o de que sus pesadillas son demasiado explícitas. Por si esto fuera poco, con la nueva Ley Nacional de Protección de Datos, debería tomar mil precauciones para que nadie viviera en sueños los deseos prohibidos de un tercero. Sin embargo, pese a las preocupaciones, esa noche soñó placidamente lo que le vino en gana.

15 abril, 2002

Mi papá

Mi papá me enseñó a usar los cuchillos y me dijo que tuviera cuidado de no hacerme daño cuando cortara la carne porque mi papá dice que con los cuchillos no se juega y que siempre hay que vigilar y yo vigilo aunque a veces también me gusta jugar y es verdad que una vez me hice daño y mi papá me dijo idiota eres un idiota aunque lo había hecho sin querer y no por ser idiota pero el me gritaba igual y por eso me puse nervioso con el cuchillo y ya no gritaba y pude seguir jugando.

12 abril, 2002

Falta de imaginación

Su campo mental era tan limitado, sus perspectivas tan estrechas, que sólo se atrevía a escribir sobre cosas que conociera de primera mano, que él mismo hubiera vivido. Por eso sus historias, lejos de inventar mundos irreales, se centraban principalmente en robos, asesinatos, engaños y traiciones. Aventuras en lugares remotos, bellas mujeres, lujo desbocado. Su falta de imaginación le impedía escribir historias inventadas, donde el protagonista se aburriera en la viscosidad gris de la rutina cotidiana, desgranando sus quehaceres diarios, su camino a la oficina y su regreso a casa, a una existencia ficticia de calor junto a la chimenea.

11 abril, 2002

Seguridad

Le obsesiona la seguridad: hizo cambiar puertas y ventanas de su casa, la llenó de rejas, y rodeó su patio con altísimas vallas y alambre de espinas. Compró perros de presa, hizo instalar alarmas, y dotó su vivienda de sensores, trampas y cámaras espía. Por las noches, en el salón, intenta leer, pero necesita controlar en los monitores que todo sigue bien. En ocasiones tiene el sentimiento vago de que el peligro habita ya en la casa, y registra entonces armarios y alcobas. Con el revolver en la mano, vigilando ante la puerta, ahoga en alcohol las ganas de suicidarse.

El jardín

Su mujer ya no está con él, y por eso se refugia de la tristeza trabajando en el jardín trasero de su casa, que antes siempre había descuidado y que está lleno de matojos y malas hierbas. Planta césped, limoneros, y flores cuyo nombre desconoce. Pasa todo momento libre en el jardín, regando, podando y trasplantando. Y sin poder dejar de pensar en ella. Pese al esfuerzo y al trabajo de remover y cavar, ni el sueño ni la vigilia le permiten olvidar su rostro, su mirada, sus burlas y desprecio, recuerdos hirientes que no pueden enterrarse en el jardín.

09 abril, 2002

Nada por descontado

Pensábamos que nos habían dejado sólos, que podíamos salir por las tardes a pasear de nuevo por los jardines de ayer. Creíamos, tal vez, que por ver otra vez las flores en las calles habíamos de sentirnos libres. Pero ayer soltaron otra vez a los perros, y vuelven a ordenarnos la sonrisa y los cantos. En poco tiempo nuestros amigos negarán la luz de ayer, y colgarán retratos en sus casas, y volverán a creer en himnos, patrias y banderas. Y cuando nos besemos en la calle, lo haremos mirando de reojo, y también en lo prohibido sabremos encontrar placer.

08 abril, 2002

Cerebro digital

Tras pensar mucho, di con un metodo eficaz para traspasar la información de mi cerebro a formato digital; no sólo la memoria, sino también mis deseos, motivaciones, miedos y modelos de razonamiento. Así pues, me enchufé unos electrodos y traspasé la información al disco duro de mi ordenador. De inmediato sentí un extraño desdoblamiento de personalidad, y un mareo sólo explicable por la rotación del disco duro. Antes de tener tiempo de hacer una copia de seguridad de mi mismo, se coló un virus en mi ordenador, y ahora yo, cada viernes 13, olvido todo lo aprendido hasta la fecha.

Tareas comunitarias

En la última asamblea de la escalera de vecinos, me tocó hacerme cargo de los calabozos de la comunidad. Llevaba poco en el piso, así que el presidente me acompañó y se ofreció a explicármelo. Se llegaba a través de una puerta metálica, tras recorrer un breve pasillo. El olor era desagradable y el presidente me explicó que llevaba unos días sin pasarse la manguera. Lo hice en cuanto se fue, y repartí la comida, ya fría, que había preparado la del tercero. Parecían resignados, excepto una chica que lloraba. Cuando acabé, les dije buenas noches y cerré la luz.

05 abril, 2002

Privacidad

Fui a ver al director del banco para pedir una hipoteca. Mientras hablábamos le llamaron y tuvo que salir un momento, así que aproveché para echar un vistazo a su ordenador. Allí tenía todos mi datos: mi sueldo, mis compras con tarjeta, el estado de mis cuentas... Constaba allí también una descripción de cómo eran mis relaciones con mi mujer, con mis padres, con mi jefe... Pude leer en mi ficha los nombres de las novias que tuve y una lista de mis anhelos frustrados. Decidí rebelarme contra aquello, y cambié los datos de mi estatura para parecer más alto.

03 abril, 2002

El cable amarillo

Aquella tarde estaba viendo el futbol, tan tranquilo, en el salón de su casa, cuando se percató de un cable amarillo que pasaba bajo el mueble de la tele. Se agachó para verlo de cerca: no era del televisor. Siguió el cable por el piso, vió que salía por una ventana hacia el patio de luces. Subió al tejado, y lo fue siguiendo, de terraza en terraza. Tras un gran recorrido, el cable descendía por la fachada. Se atrevió a bajar, agarrado a una tubería. Entró por una ventana, siguiendo el cable amarillo, y se encontró de nuevo en casa.