Cien Palabras ha cumplido 10 años. Gracias a todos.

Parece mentira. Hace diez años empece a escribir estos pequeños cuentos, y cree esta página para darlos a conocer. Al principio la intención era escribir uno cada día, pero al final la cosa se fue espaciando, lo que me remuerde la conciencia, pero que le vamos a hacer...

Os digo de verdad que intentaré ser más constante. Pero la voluntad es débil. Así que, como oí una vez: "No puedo aseguraros que lo intente, pero os aseguro que intentaré intentarlo."

Muchas, muchas gracias a todos. Gracias por leerme y, un poquito, por entenderme.


Jordi Cebrián



Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.


Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.

Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.

02 febrero, 2007

Todo ocupa tanto como nada

¿Habéis pensado alguna vez en que un bisonte ocupa tantas palabras como cien bisontes? ¿Y que nuestra propia galaxia ocupa las mismas palabras que todas las galaxias? He intuido entonces que podría llenar cada cuento de infinidad de seres, de más sentimientos de los que puedo sentir. Podría, de cada personaje, crear una multitud, hacerles luchar entre ellos, odiarse, vengarse, perdonarse. Cada joya encontrada sería montañas de tesoros, y cada muerte el final de una civilización. Y entonces el cien no sería un límite, ni un final, sino un infinito, un aleph contenido en el reducido espacio de este cuento.

30 enero, 2007

Reducción de gastos

Han implantado en mi escalera de vecinos un sistema para gestionar mejor los gastos. El presidente recibe las peticiones razonadas de los gastos propuestos: el cambio de una bombilla, la reparación de un tubería… Debemos incluir una primera valoración del coste, una descripción de la necesidad de su ejecución, y una hipótesis de qué pasaría si no se efectuara el gasto. La gente anda algo mosqueada, pero la pareja de ancianos del ático ya han diseñado cinco tipos de formularios y diez plantillas. Luego ella revisa con detalle la estructura formal de cada petición, y no deja pasar ni una.

25 enero, 2007

Diseños tribales

Mi hija me mostró un laberíntico diseño que una amiga le había dibujado en la libreta. “¿Parece hipnótico, verdad?”, me preguntó con voz extraña. En efecto, el dibujo era un dédalo de tinta que seducía y mareaba. En mi caso, además, acababan de sacarme una muela y estaba aun medio anestesiado. Conseguí apartar la vista, balbuceé algo, y fui a tumbarme en la cama, donde quedé dormido. Soñé con cárceles circulares, con tatuajes de fuego, con pasillos recursivos. Me desperté con un rotulador en la mano, al lado de mi hija, dibujando ambos en la pared, compulsivamente, aquellas espirales inacabables.

23 enero, 2007

Peligros de la ciudad (8)

El autobus se desvía de su trayecto habitual. Una viejecita sentada delante es la primera en notarlo. Un señor con una maleta y una chica de rasgos achinados avanzan también para interesarse. "Son órdenes", dice el conductor. "Nueva ruta".

Los pasajeros se agolpan en las ventanas, y ven alejarse la ciudad. Dos hermanos se miran: llegarán tarde al colegio. Si alguien hace amago de protestar, algún pasajero lo retiene: "No vale la pena. Son órdenes".

Cuando paran ya no hay edificios, les rodea el desierto. Los pasajeros bajan, el autobus se aleja. Se sientan bajo el sol, y esperan inutilmente.

07 enero, 2007

Noche de reyes

Le aterraba que pudieran entrar en su casa mientras dormía. Por eso nunca les había pedido ningún regalo, ni escrito ninguna carta, y pese a todo cada año descubría obsequios que tiraba a la basura sin abrir, muerto de miedo de saber que habían estado allí. Era su casa, y no tenían derecho a entrar así, con nocturnidad, forzando la ventana. Al año siguiente les mandó una carta, por primera vez, amenazándoles para que no volvieran nunca más. Unos días después, otro regalo. Pero se acabó, esta noche les espera, despierto y silencioso en la oscuridad, con el arma preparada.

14 diciembre, 2006

Ascensor de trabajo

Entró a trabajar en la empresa y, como no quedaba sitio, lo instalaron en el ascensor. Allí se quedó, en un rinconcito con un pequeño pupitre. Quienes subían y bajaban se extrañaron al principio, pero con el tiempo se acostumbraron. Le hacían bromas, intercambiaban confidencias, y cuando volvían de almorzar le traían un croissant. Pero sus superiores se quejaban. Decían que se distraía demasiado y que le costaba concentrarse en su trabajo. Vino a verle el jefe de personal, y en el tiempo que se tarda en ir desde el primer piso hasta el último, le comunicó que estaba despedido.

10 diciembre, 2006

El barrio oscuro

Allí tras cada portal hay un pecado; tras cada mirada, un secreto; tras cada tentación, un peligro. Los derrotados por su miedo, los que odian la vida, los que esconden su tedio en la rutina, no transitan de noche las calles de este barrio. Pero los que al miedo imponen su voluntad, los que ante la muerte inevitable quieren que la vida brille y sea peligrosa y que resuene, entran al barrio oscuro cuando ya no hay luz. Se invoca al olvido, se cruzan apuestas y besos. Amor y riesgo, libertad y temor. Vida, en fin, en el barrio oscuro.

08 diciembre, 2006

Cobaya de Troya

Mi comunidad de vecinos lleva tiempo enfrentada con la del bloque de al lado, discutiendo como deben arreglarse unas tuberías del patio común. Les amenazamos con abogados, y un vecino les mandó algo parecido a un requerimiento, así que se dieron por vencidos. Como muestra de buena voluntad dejaron en nuestro portal la estatua de un cobaya gigante que habían fabricado entre todos. Nuestro conserje, que es tonto, la entró a la portería, y por la noche salió de su interior el presidente del bloque vecino, y al despertarnos ya había arreglado las tuberías como le había dado la gana.

07 diciembre, 2006

Miedo

Desde la noche que la atacaron, tenía miedo. Hoy en el metro vio a un hombre, y algo en su mirada la atemorizó. Luego, camino de casa, volvió a verle. Aceleró el paso hasta escapar, pero después, en su escalera, allí estaba, esperándola, con aquella mirada. Ella gritó, salió corriendo, pero en la puerta él la agarró, estate quieta, estate tranquila. Ella le golpeó, siguió corriendo, gritando, y allí estaba él, en el paso de peatones; y dentro del coche; y sentado en aquel banco; y vestido de policía, corriendo hacia ella, pidiendo ayuda por radio, si, rápido, está loca.

01 diciembre, 2006

Prohibido tener leones

Se convocó una reunión de vecinos para prohibir tener leones en las casas. Algunos replicaron que nadie tenía leones ni pensaban tenerlos, pero el presidente argumentó que en estos casos es mejor prevenir que curar, y que nunca se sabe. Aprobada la moción, se pidió luego una inspección casa por casa para verificar que, en efecto, no hubiera leones. Muchos alegaron su derecho a la intimidad, pero, por prudencia, se autorizaron las inspecciones. Esta tarde el presidente ha de venir a mi casa, y he de mostrarle todas las habitaciones, incluso la del fondo, justo hoy que no ha comido.

28 noviembre, 2006

Intimidad protegida

Mi hija me pidió un cuento sobre ella, y, para inspirarme, decidí echar un vistazo a hurtadillas a su diario personal. Un día que ella había salido, entré en su habitación, y empezaron a sonar las alarmas. Estaba preparado para eso: desconectando un par de cables, las hice callar. Pero no contaba con el gas, ni con la trampa que golpeó mis tobillos. Tapándome la boca, alargué la mano hacia el cajón, pero algo me cayó encima. Salí huyendo, sin el diario y sin saber cómo se lo explicaría a Alba. Pero al menos ya tenía tema para un cuento.

25 noviembre, 2006

Simulacros

Al principio se hacían simulacros de incendios, o de evacuaciones. Pero luego fue obligatorio que las parejas realizaran anualmente un simulacro de divorcio, hicieran las maletas y se fueran a vivir a otro sitio, y se pelearan por los niños. Los solteros debían hacer simulacros de matrimonio, sin pasarse. Y, en los colegios, los alumnos hacían en ocasiones simulacros de estar interesados por lo que les contaban sus profesores, que a su vez simulaban interesarse por ellos, y respetarles. Y al final, claro, nadie podía distinguir entre lo real y lo simulado, pues era muy difícil hacer cuadrar los calendarios.

29 septiembre, 2006

Nuestros miedos

A mirar bajo la cama, y que sea verdad, y existan monstruos; a que muera el amor; a que algo obstruya nuestras venas y la sangre no fluya; a que la noche nos sorprenda fuera, sin saber volver; a no importar a nadie; a que el metal desgarre nuestra débil coraza; a perder a los nuestros; a morir de aburrimiento; a que en nuestro interior algo empiece a crecer implacable; a dejar de ser sin darnos cuenta, y que nuestro cerebro se disuelva lentamente, y un día la baba se nos escape, sin saber decir ya que no, que basta.

20 septiembre, 2006

Maneras de hacer

Entran los veinte en la sala, y en seguida empiezan a hablar, y exponen, y replican, y sugieren, y exigen, y proclaman, y desglosan, y planifican, y listan y validan, y se animan unos a otros. Luego toman un café, van a comer y rien juntos. Y por la tarde, aun un ratito más, vuelven a reunirse, y a exponer, y a replicar, y a decidir, y a animarse. Al final, cuando ya se cansan de desbarrar y apetece irse a casita, se encargan de lo más importante, y eligen, de entre quienes no han venido, al responsable del proyecto.

18 septiembre, 2006

Muñecas suicidas

Compré una preciosa colección de muñecas de porcelana, con sus vestidos exquisitos, sus originales sombreros, sus rostros únicos. Las puse en fila sobre sus soportes en lo alto de una estantería, y al día siguiente vi que una de ellas había caido, destrozándose. Comprobé que las demás permanecieran estables, pero por la mañana otras dos se habían suicidado. Intenté afianzarlas con alambres, pero fue inútil. Ya sólo me quedan dos. Esta tarde, mientras las aseguraba a sus soportes, capté por un instante la mirada fugaz de una de ellas, y supe, con certeza indemostrable, que no se trataba de suicidios.

13 septiembre, 2006

El collar que me compré

Al volver de vacaciones mis compañeros de trabajo observaron el collar que llevaba y dijeron que estaban de acuerdo conmigo. Yo lo compré porque era bonito, e ignoraba que tuviera significado alguno, así que sonreí estupidamente y al llegar a casa busqué por internet sin encontrar nada. Pero en la calle muchos se cruzan conmigo sonriendo de manera cómplice. Hoy, en el ascensor, una chica vió mi collar y me besó. "Yo también", me dijo, "yo también", y se fue sonriendo. Por la tarde un vecino bigotudo me hizo lo mismo. Estoy por dejar de llevarlo, pero es tan bonito...

07 septiembre, 2006

Pruebas

El pasillo se repite desde sí mismo, cada puerta son más puertas, y más pasillos. A veces, en el suelo, pan y una jarra de agua. Suficiente para recobrar fuerzas y proseguir. Entonces la luz desaparece y anda a tientas, más lentamente. Tras un tiempo de deambular desorientado vuelve la luz, y puede percibir el aroma a comida caliente llegando de alguna bifurcación. Sigue el olor, y llega a una sala donde tras unas rejas hay carne asada. Junto a la reja una palanca. Más arriba, fuera de los pasillos y las puertas, el ratón anota tiempos y evalúa reacciones.

11 agosto, 2006

Museo de Cera

Fue al Museo de Cera con sus amigos, charlando y riendo, posando junto a los famosos representados. Tras las salas de políticos, músicos y actores, llegaron por fin a la galería del terror, donde sombras y ruidos enmarcaban figuras siniestras de asesinos y verdugos. Entonces tocó con curiosidad la faz cerulea de una bruja, y percibió que sus amigos le miraban fijamente, y le fotografiaban, y luego se reían, y salían de allí sin él, como si nunca le hubieran conocido. Y cuando quiso seguirles se notó inmovil, mudo, y supo que su rostro expresaba horror, lo expresaría siempre.

30 junio, 2006

Errores de conteo

Esta mañana tuve un problema en la oficina. Los ordenadores indicaron que la ciudad había perdido más de seiscientas hectáreas desde la última estadística. Descartados los errores informáticos, pues el sistema era muy caro y por tanto infalible, se asumió como bueno el último dato y se imprimieron las cifras bien encolumnadas para que las firmara el alcalde. Por la tarde, salí de la oficina sin dar mayor importancia a la cuestión, seguro de que, una vez firmadas, esas serían ya las mediciones correctas. Tristemente descubrí cuanta razón tenía, al llegar donde antes estaba mi casa, y ahora ya no.

06 mayo, 2006

Trasplante de corazón

Su hijo vivía porque la muerte de otro chaval en accidente le proporcionó un corazón. La felicidad de la madre se nubló porque un hombre acechaba a su hijo: el padre del niño muerto. 'Su hijo tiene algo dentro quye no ha de tener', le escuchó decir por teléfono antes de colgarle. Quiso huir, pero alguien la golpeó y ató. Le vio junto a su hijo inconsciente, bisturí en mano. Con un corte preciso extrajo de la cicatriz de su pecho una pequeña placa de marfil con maldiciones inscritas y le curó la herida. 'Ahora su hijo está a salvo'

03 febrero, 2006

Un dios malhumorado

Cuando los técnicos terminaron de construir el nuevo Dios, vieron que algo había fallado: lo querían vital y alegre, lleno de colores y melodías, pero les salió gris y gruñon, un metomentodo falto de sentido del humor que se tomaba las cosas a la tremenda. A la que le hacían alguna bromita, o le hacían caricaturas, o le contradecían, se ponia furioso y usaba su omnipotencia sin contemplaciones.
Pero a muchos fieles les gustó así, y se volvieron también malhumorados y metomentodos, y pobre del que se acercara a tirar a su Dios de las barbas, aunque fuera de broma.

29 enero, 2006

El Mundo (XXI)



Las cartas se han echado, y esto es el mundo: un azar tempestuoso de amores, muertes, ímpetus y maldades; cicatrices que nunca curan, deseos de dominio y de ser dominados, confines inciertos donde nuestra realidad se abre en grietas hambrientas; mujeres y hombres amando y matando, haciendo y deshaciendo inútiles senderos donde otros confundirán sus pasos con los suyos; verdades queriendo nacer, mentiras transmutándose en verdad; un caos del que nace un orden que también acabará, arcanos esperando otras lecturas, esperando ser de nuevo barajados e interpretados, y reflejar otros mundos, otros órdenes, otros finales que, como éste, no lo serán.



El Juicio Final (XX)


En directo a todas las ciudades del Imperio, esos hombres y mujeres que un día dictaron el destino, ahora se sientan encadenados y obedientes ante el tribunal. En el público que una vez les ensalzó, arde ahora un odio visceral como su antigua devoción. No hay pantalla en el imperio que no muestre esos rostros, enfocados de cerca para remarcar arrugas y granos, para que el sudor que antes ocultaban muestre ahora su mísera humanidad. Pero no es el Juicio Final, sino el de siempre, el de quien posee las dagas y las piedras contra el que antes las tenía.



La Templanza (XIV)



Ella lo observa todo desde su alejamiento desapasionado, sin poder evitar sentir la armonía callada en esa danza mortal, contemplando las vidas perecederas con emoción estética carente de empatía. Contempla con despego a sus vecinos saliendo a la calle para lanzar flores a los de ahora, a los de antes, a los de siempre. Ella huye de polémicas, y desbroza con quirúrgica precisión las razones de los unos y los otros, orgullosa de su imparcialidad. Cuando golpean su puerta no comprende por qué los soldados la buscan a ella, y la arrastran al camión, a ella, tan apolítica, tan neutra.



La Fuerza (XI)



Todo parecía muerto cuando aparecieron las nuevas banderas. Ellos llegaron con sus grandes camiones, y sus carros de guerra, y altavoces con músicas alegres que hacían a los niños salir de sus agujeros. Reunieron en las plazas a las gentes, y les prometieron que las ciudades volverían a nacer, que los campos muertos darían frutos nuevos, más grandes y jugosos esta vez. Mientras se volvía a arar y a construir, ellos llenaron los camiones de antiguos enemigos y se los llevaron Algunos gritaban desesperados su inocencia, pero el pueblo aplaudía, pues ondeaban banderas de esperanza, y los himnos coreaban que el futuro les pertenecía.



El Sol (XIX)




El Sol arde como nunca en las calles sin vida. Algo cambió en la atmósfera cuando la gente enloqueció, alguien abrió las espitas del gas mientras todos dormían, alguien dejó volar ácidos y venenos, y volvió el cielo de ese color denso y rojizo. Ahora los árboles han muerto en la ciudad, y sólo montones de insectos vengativos se esfuerzan en recordar que la vida se resiste a morir. Los ancianos, si no hubieran muerto ya de calor y de pena, dirían que aquello es el final que les anunciaron sus abuelos. Pero hay niños vivos, muchos, los más fuertes.


27 enero, 2006

La Estrella (XVII)



Las vasijas contienen un poderoso alucinógeno. La joven deja la ciudad siguiendo el cauce del río, hasta hallar un lugar tranquilo donde sentarse bajo las estrellas cómplices y silentes. Dejó atrás la furia y el horror de las últimas semanas, la muerte de sus padres, de sus amigos. Su acción cambiará el mundo, y el líquido vertido llegará hasta las ciudades del Imperio, y los hombres transmutarán la razón en emociones deslavazadas. En las mentes de los ciudadanos se forjarán imágenes de futuros radiantes, pero en sus sueños habitarán aun los fantasmas del ayer, y cuando todos duerman, cobrarán vida.



26 enero, 2006

La Torre (XVI)




Todo se hunde. Desde la seguridad del despacho más alto de la más alta torre del Imperio, los perros guardianes emiten sus consignas a traves de inmensos altavoces, anunciando el apocalipsis, la división y el miedo. Los fuegos llevan días sin arder, y personas como hormigas prosiguen sus paseos, sus compras, sus amores, ajenos al terror ladrado desde arriba. Los niños lanzan piedras inútiles a los altavoces chirriantes, y algunos exaltados intentan forzar las puertas de la torre, ya sin defensas desde que el Emperador huyó y el Sumo Pontifice abrazó el ateismo. Si consiguen entrar, los altavoces serán suyos.



27 septiembre, 2005

El Ahorcado (XII)




Tras desayunar una ración doble, viene un cura a hablarle de paraísos, culpas, pecados y perdones. Cuando le pregunta si quiere confesarse le golpea con la bandeja, y sigue hasta que los guardias se le echan encima y le inmovilizan. El cura huye, pero sigue oyendo las blasfemias del preso, y no entiende como un corazón puede encerrar tanto odio. Eso explica las burlas al emperador, al orden, a Dios. Un pobre diablo, pero la sociedad debe protegerse. Mientras tanto los guardias conducen al reo amordazado hasta el patíbulo, donde la multitud jubilosa e impaciente pueda insultarle antes de morir.



26 septiembre, 2005

Los Enamorados (VI)




Han hecho el amor por primera vez, y no habrá más: a él lo habrán degollado antes de dos horas, y ella nunca acabará de recuperarse de aquella pesadilla. Pero ahora no lo saben, y descansan bajo las estrellas. Huyen de sus padres, pues ellos piensan que él debe cumplir su deber con el Imperio. Ahora han de verse con un escultor excéntrico que les hará papeles nuevos. Andan por la carretera, y piensan en el futuro. Un coche se detiene para llevarles. El conductor les sonríe. Semanas más tarde será ahorcado, junto al subversivo al que buscaban los enamorados.



22 septiembre, 2005

La Emperatriz (III)


Siempre había trabajado para mejorar las escuelas del Imperio, pero algo no iba bien: revueltas continuas, subversión, niños asesinos... Dirigió nuevas directrices a los colegios, les pidió que separaran en aulas especiales a los más conflictivos, y que sustituyeran sus profesores por detectores automáticos de presencia. Los padres pedían que hicieran más horas de estudio, que comieran allí, que durmieran allí, ya vendrían a verles los fines de semana. El sistema se fue perfeccionando, y para que los chavales no intentaran faltar a clase, se les rodeó de rejas y de perros guardianes. Y cada dos meses, hacían un examen.



21 septiembre, 2005

La Muerte (XIII)




Cuando los niños empezaron a matar a sus padres, se explicó primero por las influencias negativas de la televisión, y por lo mal que se enseña en las escuelas. Muchos progenitores se organizaron para defenderse, y expulsaban pronto a sus hijos de casa, montando turnos de vigilancia por las noches. Las calles se llenaron de chavales furiosos, y cuando quienes les veían volvían a casa, miraban a sus hijos con recelo, creyendo reconocer en sus ojos aquellas miradas temibles. Dormían cerrando sus habitaciones por dentro, y no aceptaban sus regalos. Y cada noche recordaban que no podían postergarlo mucho más.



16 septiembre, 2005

La Luna (XVIII)



Sólo la luz plateada de la luna compite con los fuegos distantes para iluminar la noche. Arden las ciudades, y desde esta distancia podemos olvidar que entre las llamas hay gente y gritos y tragedias. Si miramos fijamente las hogueras lejanas, podremos ver como el fuego adopta formas y chisporrotea alegre. Si levantamos entonces los ojos a la luna, notaremos su poder, podremos oír a la bestia que reside en nuestro interior, y buscaremos estacas con clavos, y machetes, y gasolina, y nos dirigiremos gozosos hacia la ciudad, cargados de justa ira, para que crezcan el fuego y los gritos.



01 julio, 2005

La Rueda de la fortuna (X)




Todo el imperio seguía las revueltas por televisión, y cuando el Emperador anunció la Lotería Solidaria, los corazones se encogieron. La tradición era antigua, invocada en tiempos de insurrecciones, y servía para mostrar que si se ataca al poder, nadie es inocente. Por no vigilar, por no denunciar, por no condenar. Cincuenta elegidos al azar, cuyos códigos de identificación aparecerían en pantalla. Las madres abrazaban a los hijos, y aunque sabían que era difícil que les tocara, temían lo peor, que le tocara a su hijo, que tras aparecer su código en pantalla irrumpieran las tropas para llevarlo al sacrificio.


23 abril, 2005

El Carro (VII)




Se sentía invencible conduciendo ese carro de combate, sin muros ni obstáculos que pudieran detenerle. Recuerda la academia, las carreras con otros blindados, la euforia de sentirse tan vivo y fuerte. Pero nunca le enseñaron qué había que sentir cuando se tiene en frente, como ahora, a un hombre con sólo dos bolsas de plástico en las manos y un lazo azul en la solapa, al que se le unen en silencio otros hombres, y mujeres, y niños. No quiere mirar los rostros, por no reconocer a nadie. Recibe por radio la orden que no quería oír, y debe obedecer.


22 abril, 2005

El Ermitaño (IX)




El Ermitaño (IX)

El anciano baraja de nuevo los arcanos mayores, y compone con ellos la cruz céltica. No quisiera ver repetidas las lecturas anteriores, pero las cartas no mienten, aun cuando el orden nunca se repita. Ve de nuevo confirmado que aquella historia tiene un discurrir inevitable, ya escrito, y que tras cada cuento, tras cada carta, ira dejando algo de si mismo. Pero no hay opción, pues los personajes corren ya libres y piden ser contados. Así, el anciano repasa de nuevo los arcanos y lee sus cíclicas historias, y se limita luego a transcribirlas, una tras otra, en cien palabras.



21 abril, 2005

El Sumo Pontífice (V)



Imparte la bendición a la multitud congregada en la plaza, y advierte muchos lazos azules entre la concurrencia como protesta contra la muerte de un pobre infeliz al que el emperador ha hecho colgar por disidente. No ha querido condenar la ejecución, pues sabe que eso provocaría revueltas y no está bien. Además, mientras muchos se niegan a aceptar ese silencio, otros piden una defensa cerrada del emperador. Mientras les habla en latín, un idioma que no entienden, los más fieles entre los fieles imponen el orden, arrancan lazos azules, ordenan rezos y ofrecen en holocausto a los malos creyentes.



20 abril, 2005

La Justicia (XI)




Los verdugos no les gustamos, lo sé, pero odio cuando esos señoritos trajeados me preguntan eso. Quieren orden y seguridad pero desprecian a quienes hacemos el trabajo necesario. Nos encuentran útiles pero estéticamente desagradables. ¿Saben qué hizo este tipo al que acabo de ahorcar? Destripaba gente, sus últimas víctimas sobrevivieron, pero el chico sigue en coma y con ella jugó tanto que tardará en sanar. Mañana ahorcaré a otro, si, un escultor subversivo, creo. Por eso odio esta pregunta: ¿Que si disfruto con mi trabajo? ¿Por quién me han tomado? ¿Acaso no soy humano? Claro que disfruto, ¿quién no disfrutaría?



19 abril, 2005

El Diablo (XV)




La noche es asquerosamente fría. Conduce despacio por la comarcal, y ve a la pareja de tortolitos haciendo autostop. Ella es un bomboncito, sí señor. El frío se anula por un fuego interior que lleva tiempo sin quemarle. Para el coche, finge amabilidad, suben. No paran de contarle sus historias absurdas: unos padres intolerantes, una bruja que les había sugerido ir a ver a no sé que idiota. Pero están cansados, y se duermen abrazados en el asiento trasero. Sonríe, y se alegra de llevar en el maletero, como siempre, su bolsa con los libros de anatomía y los bisturíes.


La Sacerdotisa (II)




Acaba de atender a una pareja joven a quienes sus padres quieren ver separados. Les ha dado un par de velas de colores y un buen consejo, y se han ido felices y confiados. Ahora los ha olvidado ya, y estudia los dibujos trazados en la arena, y los completa con un círculo y un par de lineas cruzadas. Siente que algo está cambiando, que la estabilidad del imperio puede ser sólo una apariencia, así que persevera en sus lecturas y sus invocaciones. Siempre ha sabido mantener el secreto, pero llegan tiempos interesantes, y la verdad habrá de abrirse paso.




El Emperador (IV)



Su despacho está en lo alto de una torre de cristal. Desde sus ventanales contempla su imperio, habla por teléfono, dicta directrices, toma decisiones. Apenas se discuten sus mandatos, pero circulan por la ciudad esculturas burlescas que fabrica un vagabundo y que le faltan al respeto. Se ocupará de ello, pero ahora sólo piensa en la visita anterior, un extraño personaje que no estaba en su agenda y que le ha mostrado papeles, y le ha hecho observar unas figuras en su ordenador. Finalmente se han dado la mano, y siente de repente que le duele tanto poder, tanta responsabilidad.



18 abril, 2005

El Mago (I)




Llega cuando no se le espera, a veces rodeado de niños a los que divierte con trucos, otras veces solo y huraño. Desde las ventanas se le observa con respeto y temor: su presencia aporta sabiduría pero también es presagio de cambios e incertidumbres. Lleva una bolsa de piel, o tal vez un ordenador portátil conectado a Internet por satélite. Tal vez te llamará por tu nombre sin conocerte, y en sus libros o en su pantalla barajará símbolos, letras, signos y señales. Y si entonces te mira a los ojos fijamente sabrás que no puedes escapar de tu destino.


El Loco (0)



Dejó atrás todo, y ahora hace esculturas extrañas que vende a turistas despistados, y aprende trucos de magia que jamás muestra a nadie. Cree tener cosas que contar, reflexiones nunca dichas, nunca escritas, pero nadie quiere oírlo, ni a él le gusta hablar con gente. Antes, cuando era contable, cada día se parecía a otro día, y soñaba con vivir así, pero sin latas de comida y sin frío. Ahora es libre, o algo parecido, y no tiene que explicarse ante nadie, y come cuando quiere y hace lo que quiere. Pero, incluso ahora, cada día es igual al anterior.



07 abril, 2005

Homenaje, en estos días, a una buena persona

Homenaje, en estos días, a una buena persona

Murió, ante todo, una buena persona. No fue fácil su infancia, tras una guerra, teniendo que pasar hambre, pero él se preocupó siempre de los suyos, trabajó por ellos, estuvo siempre a su lado. Tuvo que cambiar de país sin dejar de ser humilde, pero el mundo a veces es injusto y él tuvo que abandonar a los suyos de nuevo, ahora para siempre, hasta más allá del horizonte, viajando en patera hacia un lugar desconocido donde trabajar para hacer dinero y volver a casa. Pero esa noche la patera volcó, y no ha habido colas para ver su cadáver.

15 marzo, 2005

Historia difuminada

Te despiertas y sientes el tatuaje, aun quema, la piel se resiste al número, y entonces sientes también que te han robado el nombre, y el rostro que ves reflejado en el agua sucia es el tuyo pero es también centenares de rostros, igual que tu número es tantos números, igual que tu muerte será sólo otra muerte. Muchos como tú vagan difuminados, con las mismas caras y los mismos gestos, sólo las cifras para diferenciar y catalogar. No hay palabras, no hay sonidos, no hay recuerdos; y sales fuera y alrededor sólo hay niebla y alambres y más niebla.

13 marzo, 2005

Duendes, o algo así

Está en todas las tradiciones de todas las culturas: seres diminutos que aparecen de noche en los hogares y esconden las cosas para que los propietarios no puedan encontrarlas al despertar. En mi casa es también así, como en todas las casas, pero en la mía son más trabajadores. Suelo acostarme tarde y levantarme pronto, así que les queda poco tiempo, pero lo aprovechan bien: llaves, libros, papeles, cuentos maravillosos que escribo por la noche y que no vuelvo a ver ni a recordar por mucho que me esfuerce, y debo conformarme con escribir de día tristes sucedáneos como éste.

10 marzo, 2005

Cuentos incorrectos

El escritor compuso un cuento breve sobre un ciego que vivía en los túneles oscuros del metro. La Asociación de Ciegos se quejó por la imagen negativa hacia los invidentes, como si sólo pudieran arrastrarse entre sombras. El escritor retiró el cuento, y escribió otro sobre una mujer que convivía con monstruos en secreto, pero una organización feminista le amenazó con emprender acciones legales si se publicaba, porque dejaba mal a las mujeres mientras que los monstruos quedaban simpáticos. Harto de complicaciones, escribió sobre una gota de lluvia, tema aparentemente inocuo, pero no tardaron en llamar los meteorólogos, muy enfadados.

08 marzo, 2005

Jardín zen

Quise convertir una habitación de casa en un jardín zen, ya sabéis, arena, algunas rocas y un rastrillo para arar formas mientras meditas. Yo opinaba que quedaría muy bonito y que relajaría mucho entrar allí, con olor a incienso, esas cosas. Mi mujer, sin embargo, consideraba que haría un montón de polvo, y que pronto tendríamos el pasillo lleno de arena, y que se nos iría metiendo por los zapatos, y que, además, aquello sería un perfecto nicho ecológico para todo tipo de bichos. Y es que es lo que tiene el zen, que no se puede practicar en casa.

22 febrero, 2005

Condiciones de compra

Compramos el piso aun sabiendo lo de la habitación, y las condiciones, pero es que son tan caros, recien nos hemos casado y ella no trabaja, y con el niño no lo hará de momento, así que dijimos, ¿por qué no?, sólo es una habitación a la que no podemos entrar, y sólo hay que dejar alimento cada noche, a veces cuesta encontrar, y llego tarde mientras ella espera, temerosa y preocupada, y hay que ir con cuidado, eso si, procurar ser metódico, no hacerle pasar hambre ni dejar la puerta abierta, pues no entiende de propiedades ni de hipotecas.

03 febrero, 2005

Última noche

Nos sentamos fuera de la ciudad, junto a sus murallas, y el tenue fuego de la moribunda hoguera nos proporcionaba la mínima luz en aquella noche sin luna ni estrellas. Éramos desterrados, expulsados de la ciudad por traiciones supuestas y aunque pudiéramos huir, y guarecernos, nadie cometería tal deshonor. No hablábamos, no era ya momento de palabras, solo podíamos aceptar callados y dignos el destino que nos esperaba cuando el sol saliera, mientras los habitantes de la ciudad durmieran a salvo de la luz, y nosotros, antes inmortales, viendo por primera vez morir la noche, sentenciados a un horrible final.