Neuroimplantes
Para conseguir los neuroimplantes no me importó tener que fundirle los plomos a algún mediorobot. Es más, disfruté haciéndolo. Odiaba a esos seres, antes personas, y finalmente disuelta su humanidad en un revoltijo de cables y órganos eléctricos recubiertos de titanio y neopiel. Pero era consciente de que cuando tuviera los neuroimplantes iniciaría también ese descenso imparable y voluntario: querría también un corazón sin fallos, visión nocturna y telescópica, más memoria de acceso rápido, sintonizadores emocionales. Los orgánicos desprecian y odian la inhumanidad de los mediorobots, pero todos anhelan congelar su conciencia en formoles binarios y, como yo, devenir inmortales.
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