El monstruo quiere vírgenes
El monstruo quiere vírgenes, le dicen. Los padres la llevan al bosque, y por el camino la hacen cantar canciones de despedida. Han de ofrecerla al monstruo para evitar que destruya sus campos y queme sus cosechas. La dejan arrodillada en la entrada de la cueva, vestida de blanco. La han enseñado a no llorar, a no mirar atrás aunque oiga a sus padres sollozar a sus espaldas, alejándose. Se van, piensa, nadie se atreve a ver al monstruo. Ella esperará allí, y cuando descubra que no hay monstruo en la cueva para llevársela, será tarde, y no sabrá volver.
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