Tras la reparación
Al irse los fontaneros supo que le habían dejado algo vivo corriendo por las cañerías de casa. Algo le hacía estar seguro: los arañazos tras las paredes, el sentimiento de su presencia húmeda y peluda. Por las noches, creía oirlo deslizarse por las tuberías, y el sueño sólo llegaba tras la fatiga del miedo. Llamó a los técnicos para que sacaran aquello de su casa, pero se burlaron de él, diciendo que eran sólo los ruidos normales de las tuberías, y que nada vivo podía estar allí. Ahora ya no se atreve a ducharse, ni a beber del grifo.
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