Libertad de expresión
Era un periodista a quien, a pesar suyo, nunca prohibían sus palabras. Todos sus compañeros de profesión habían tenido artículos purgados, o libros secuestrados por orden gubernativa. Muchos escritores habían sido encarcelados, incluso ejecutados, pero a él, nada de nada. No es que no criticara al poder, pero lo hacía con excesiva sutileza, contando con una capacidad para la ironía que sus censores no poseían. Así pues, agudizó en sus artículos las invectivas y vulgarizó su lenguaje. Nada. Insultó al presidente, blasfemó y lanzó obscenidades sacrílegas. Tampoco. Finalmente, abatido, decidió dejar en blanco su columna de opinión, y fue condenado.
Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.
Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.
Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.
21 mayo, 2002
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