Escribir cansa
Aquella noche se le hacía duro ponerse a escribir. Ya no sentía la necesidad imperiosa de antaño. Cuando al fin se animó, fue llenando metódicamente hoja tras hoja. Tras un par de horas, se sintió cansado y pensó en dejarlo. Nunca se acostaba dejando lo escrito sin terminar, pero desde que tomaba la medicación se sentía menos compulsivo, menos obsesivo. Se estiró en la cama y, por primera vez en mucho tiempo, se durmió sin angustias, pese a no haber acabado de escribir su protección ritual. Más tarde, su habitación se llenó de garras y dientes y gritos y sangre.
Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.
Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.
Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.
06 noviembre, 2001
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