Apuestas con mi mujer
Aposté con mi mujer a que era capaz de escribir veinte cuentos de cien palabras en tres horas. La cosa parecía una insensatez, pues el simple hecho de contar cuantas palabras hay en un cuento, y hacerlas cuadrar, ya supone un buen rato. Además, hay que contar con que todo funcione, que el ordenador no se estropee, ni que uno se distraiga: todo ese porno colgado de Intenet que no se baja sólo, esos correos cadena a los que hay que contestar para evitar males terribles. Pero la cuestión es que, a lo tonto a lo tonto, ya tengo uno.
4 comentarios:
Hace mucho tiempo que decidí que no me gustan los finales sorpresa cuando son lo único que justifica un cuento, por lo demás, malo. Esos que empiezas a leer y parece que te dicen '¿no te está gustando? Espera, espera al final y verás'.
Pero a veces te encuentras con un mini-final sorpresa como este. Que no tiene las pretensiones del 'y entonces se dieron cuenta de que todos estaban muertos', o del 'se despertó y vio que todo había sido un sueño'. Que cierra un cuento con una nota inesperada, en la que el efectismo está presente pero tan bien presentado que parece casi casual. Que incluso dé la sensación de que el cuento en sí pueda pasar sin él, y el final no sea más que la guinda que adorna el pastel.
Esos son los finales que más me gustan.
Enhorabuena :)
hermosa apuesta
(y confieso q suena divertida)
Puta que escribes bien. Un saludo desde Canada, de alguien que quiere aprender.
Un excelente ejercicio de metanarrativa.
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