Tormenta de arena
Nunca se había visto en Madrid una tormenta de arena como ésta, ni en Londres, ni en Washington. Los meteorólogos afirman que es casualidad, que nada tiene que ver con los sucesos de Irak, a los que los extremistas llaman guerra. Pero es difícil hacer entender a la gente que este viento cargado de polvo, este cielo rojo que cubre nuestras ciudades, sean casuales, porque la arena que azota las casas, que cubre nuestros coches, que nos impide respirar, no sabe sólo a tierra, a fango y a petróleo; queda también en el paladar un regusto terrible a carne quemada
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