Cuentos hechos pedazos
Cuando el anciano abandonó la ciudad, no dejó de escribir historias. Lo hacía con una pluma hecha de caña y tinta negra. Escribía minúsculos y elegantes trazos en un papel diminuto, donde no había lugar para más de cien palabras. Luego ataba el cuento a la pata de una paloma mensajera, y la hacía volar hacia el lugar de donde él venía. A veces, antes de llegar a su destino, un cazador disparaba a la paloma, y la hacía caer. Entonces las historias flotaban rotas en el aire, y el suelo se llenaba de venía, lugar, caña, elegantes, ataba, ciudad...
Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.
Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.
Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.
04 julio, 2002
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