Acoso
No paraba de venir gente a casa para convertirme a su religión: El par de viejecitas afables; los jovencitos clonados con corbata; los que van de naranja y se afeitan las testas; e incluso aquellos que tocan tambores y decapitan gallinas. No me los podía quitar de encima: les declaraba mi ateísmo, les preguntaba por su posición doctrinal respecto a prácticas sexuales bizarras, o les dedicaba imprecaciones. Ni caso. Así que me he juntado con un amigo a quien también acosan, y ahora pasamos por sus casas, a altas horas de la noche, a convencerles de que Dios no existe.
Éstos son mis cuentos de Cien Palabras.
Ocupan eso, 100 palabras exactas, sin contar el título.
Leed uno.
Despues otro.
Despacio, sin prisa.
Hay muchos, centenares de ellos.
Para sonreir, para reflexionar, para estremecerse...
Teneis tiempo, volved cuando querais.
14 junio, 2002
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